martes, 20 de noviembre de 2012

El Aborto


Aborto: frustración de una reencarnación

Alfredo Tabueña - Conferencista y Miembro del Centro Espírita "Amalia Domingo Soler"

XIV Congreso Espírita Nacional


Mi único interés, por encima de todo, está centrado en proteger y defender la figura del espíritu que va a reencarnar, informando sobre los principios superiores que rigen la Vida y dando a conocer una serie de hechos sobre la realidad espiritual que envuelve al futuro bebé y a los futuros padres que nos ayuden a entender y aclarar qué y quién es realmente el embrión o feto que se está desarrollando en el vientre materno.
El aborto, como tantos otros temas sin duda complejos, hay que tratarlo y estudiarlo desde la perspectiva espiritual, conociendo la auténtica naturaleza del ser humano, su extraordinaria condición de hijo inmortal de Dios, las verdaderas necesidades para su evolución y las leyes que presiden todo el proceso anterior a la concepción y al nacimiento de un nuevo ser para, de esta manera, poder estar en situación de comprender y valorar lo que verdaderamente significa la interrupción de un embarazo mediante el aborto voluntario.
Porque, personalmente, estoy plenamente convencido de que el conocimiento y la aceptación del maravilloso hecho reencarnatorio ha de postrarnos llenos de admiración frente a las Leyes Divinas que rigen desde un principio tal proceso, haciendo surgir mansamente en nosotros, sino el amor, cuando menos el respeto y toda la consideración hacia ese ser que se está desenvolviendo en el seno maternal...

Amor y respeto que ha de estar siempre por encima de nuestros miedos, de nuestras comodidades, de nuestras angustias y de nuestros intereses, transformado ese mundo íntimo negativo, en un mundo renovado de esperanza y de ilusión que nos permita sentir y entender que ese embrión o feto que está palpitando en las entrañas de la madre no es solamente una vida vegetativa sobre la cual se cree tener posesión absoluta, sino que es algo mucho más grande, mucho más inmenso, que forma parte de nosotros, y no solamente de nuestro presente y futuro más inmediato sino, con mucha probabilidad, forma parte también de nuestro pasado.

 Libro de los Espíritus nº 358
¿Es un crimen el aborto provocado, cualquiera que sea el grado de desarrollo de la gestación?
“Siempre hay crimen, desde que se quebranta la ley de Dios. Y cualquier persona la quebranta quitando la vida al niño antes del nacimiento, porque impide al espíritu afrontar las pruebas cuyo instrumento debía de ser el cuerpo.”

Vamos a tratar de profundizar en esta respuesta porque, efectivamente, traer un hijo al mundo es proporcionar a un espíritu una nueva oportunidad para proseguir en su evolución, radicando aquí la verdadera responsabilidad y el mal del aborto: en interrumpir el desarrollo de un organismo al cual está unido un espíritu en proceso de reencarnación.

PLANIFICACION ESPIRITUAL

Los procesos de reencarnación pueden tener sus variaciones y sus particularidades dependiendo, principalmente, del grado de evolución del espíritu reencarnante, de sus méritos o deméritos contraídos y de su mayor o menor capacidad de cooperación en el desarrollo de dicho evento.

Generalmente, a medida que el espíritu se eleva en conocimiento y en responsabilidad, mayor será su participación directa y consciente en todas las fases del planeamiento y ejecución de su propia reencarnación, pudiendo intervenir e influir, junto a los mentores espirituales, en la programación de su futura vida en el mundo material.

En términos espirituales la vuelta al mundo terrenal de un espíritu se forja mucho tiempo antes de la fecundación física, produciéndose, en el plano espiritual, todo un intenso trabajo de estudio y de programación en el que se supervisan innumerables detalles y situaciones que son de vital importancia para el buen desarrollo de todo el proceso reencarnatorio, teniendo siempre presente que:

“Todo plano trazado en la Esfera Superior, tiene por objetivos fundamentales el bien y la ascensión; y toda alma que reencarna en el círculo planetario, aún aquella que se encuentre en condiciones aparentemente desesperadas, tiene recursos para mejorar siempre”

(Misioneros de la Luz – Chico Xavier/André Luiz)


LA FAMILIA COMO NUCLEO DE REENCUENTRO

Y dentro de esa planificación entra, naturalmente, todo lo que concierne al nacimiento, al núcleo social donde reaparecerá y quienes serán los padres del futuro bebé.

Porque un espíritu no encarna por casualidad en el cuerpecito que se irá a gestar en el vientre de una determinada madre. Ningún espíritu es ligado a un hogar sin una atracción específica ni como consecuencia de un acaso biológico, sino que, por el contrario, numerosos factores pueden entrar en juego, donde, principalmente, los lazos afectivos o bien los débitos del pasado atraen a la entidad reencarnante hacia el campo vibratorio que más se le afiniza y hacia el grupo y situación social que precisa.

De este modo, el conjunto familiar es una escuela de crecimiento espiritual, consecuencia de unos lazos del pasado, donde se reúnen los Espíritus vinculados entre sí por los valores del amor o por los compromisos contraídos.

Por consiguiente, tengamos la seguridad de que, en una gran mayoría de ocasiones, ese hijo que hoy nace a la vida física no es un extraño, sino que es un espíritu con el cual ya se ha mantenido en pasadas existencias importantes relaciones, bien fueran de afecto o de antipatía.

  • Y el próximo reencuentro entre nuestros protagonistas comienza, generalmente, cuando los futuros padres, aprovechando el desprendimiento por el sueño, son conducidos a la presencia del equipo espiritual responsable por el proceso reencarnatorio, quien les informa que han sido escogidos para acoger a determinado espíritu o bien, según el caso, tan sólo es necesario recordar a los padres que ha llegado el momento de cumplir con el compromiso que ya adquirieron ellos en la espiritualidad antes de reencarnar, por el cual aceptaron, de antemano, recibir a dicho espíritu como hijo es esta nueva encarnación.

 PROCESO REENCARNATORIO

Una vez establecido todo ello se va produciendo, desde el plano espiritual, un acercamiento paulatino del espíritu candidato a la reencarnación hacia el conjunto familiar que deberá acogerle, pasando a participar poco a poco de la vida doméstica y comenzando los primeros intercambios de vibraciones, de pensamientos y de emociones con los miembros de su futura familia.

A medida que se va acercando el día de la fecundación, los equipos espirituales especializados promueven un contacto más directo del espíritu reencarnante con la futura madre, en el que se origina una creciente interpenetración fluídica entre ambos, que pasa a estrecharse progresivamente, hasta alcanzar y fijarse al óvulo materno que ha de ser fecundado, quedando éste impregnado y magnetizado por los efluvios periespirituales y por las vibraciones propias que transmite el espíritu.

De esta manera, el óvulo en vías de ser fecundado permanece irradiando y reflejando las características particulares del espíritu y, como un espejo, retrata su imagen energética, que será lo que, como veremos después, servirá para atraer al espermatozoide que ha de fecundarlo.

Pero antes de producirse ese hecho se ha de presenciar, en el plano espiritual, una de las escenas más hermosas, entrañables y conmovedoras de todo el proceso reencarnatorio cuando el espíritu, ya con su configuración periespiritual reducida a la forma fetal, es entregado a su futura madre, lo que representa un acto sublime, lleno de amor y de esperanza, en el que se destaca, por encima de todo, la maravillosa función materna como intermediaria y colaboradora en la obra de Dios, para posibilitar la aparición de un espíritu en el mundo denso de la carne, hecho que debería llenar de satisfacción y de felicidad, mas nunca de vergüenza, ni de tristeza.

Al respecto nos explica A. Luiz:

“La futura madre parecía una sacerdotisa del Poder de la Divinidad Suprema. El espíritu reencarnante se unía a ella como la flor se une al tallo. Entonces comprendí que, desde aquel momento, era alma de su alma, aquel que sería carne de su carne”

(Misioneros de la Luz – Chico Xavier / André Luiz)

Se acerca ya el momento de la fecundación, inicio de una nueva vida física, cuando, horas después de la unión sexual, se produce el gran encuentro entre el espermatozoide y el óvulo, un acto totalmente falto de democracia, pues no es el acaso biológico el que determina el espermatozoide que va a fecundar al óvulo, donde todos disfrutarían de las mismas oportunidades, ni siquiera el afortunado es el que presenta mejor potencial genético, sino que, por el contrario, de todos los millones de espermatozoides, la célula femenina seleccionará y atraerá a aquel que contenga los genes que, por sintonía y afinidad, más se ajuste a las necesidades evolutivas y a la situación real del espíritu reencarnante, la cual, como hemos visto antes, ya se encuentra marcada en el óvulo, posibilitando, de esta manera, la formación de un organismo adecuado al cumplimiento del proyecto reencarnatorio en curso.

“La célula masculina que alcance el óvulo en primer lugar para fecundarlo, no será la más apta en el sentido de superioridad, y sí en el sentido de sintonía magnética.”

(Misioneros de la Luz –Chico Xavier / André Luiz)

De esta manera, en el instante de la fecundación el espíritu reencarnante es ligado a esa primera célula resultante de la unión entre el espermatozoide y el óvulo, iniciándose, entonces, junto al maravilloso proceso de un nuevo desarrollo embrionario, la reencarnación propiamente dicha en términos físicos, donde a medida que el embrión o feto se va desenvolviendo multiplica el número de células y, con ello, el cuerpo espiritual aumenta su área de fijación, prendiéndose a las moléculas del cuerpo físico en formación.

“Desde el instante de la fecundación, el espíritu designado para habitar en un cuerpo determinado, se une a él por un lazo fluídico, que no es más que una expansión de su cuerpo espiritual, el cual se va estrechando a medida que el germen se desarrolla, de modo que puede decirse que el espíritu echa raíces en dicho germen como una planta en la tierra, hasta que, una vez completado todo el desarrollo, el niño sale a la vida exterior.”

(Allan Kardec - El Libro de los Espíritus / El génesis)

 GENETICA HUMANA Y GENETICA ESPIRITUAL

Una vez efectuada la fecundación, a partir de esa primera y única célula que se forma, siguiendo todo un proceso continuo en el cual se suceden múltiples transformaciones y modificaciones, el espíritu va modelando, a medida que avanza el fenómeno de la gestación, lo que nueve meses después será el nuevo cuerpecito del futuro bebé, valiéndose, según las leyes de la herencia biológica, de las sustancias genéticas que recibe por vía hereditaria de sus padres, hasta finalizar todo su maravilloso desarrollo en la hora culminante del nacimiento, posibilitando, con ello, la reencarnación de un Espíritu.

Pero durante el proceso de la construcción de su nueva vestimenta física el Espíritu reencarnante estará siempre limitado y sujeto por su propio estado y evolución, lo que le hará personalizar un organismo carnal en perfecta consonancia con su condición mental, de acuerdo con la orientación y los impulsos propios del molde espiritual que, como un ordenador, transmitirá al nuevo cuerpo físico todos los detalles particulares del ser y todos los registros acumulados de su pasado, de modo que el nuevo individuo formado después de los nueve meses de gestación jamás será la consecuencia de un acaso biológico, sino la viva representación de la entidad espiritual.

Se unen y compaginan, de esta manera, los conceptos de Genética Humana y de Herencia Espiritual:
Genética humana que viene dada por las informaciones que transmiten el espermatozoide paterno y el óvulo materno; y herencia espiritual, inherente al propio ser, que es el resultado de sus adquisiciones en innumerables etapas reencarnatorias y la que nos enseña que, por encima de todo, el espíritu es heredero de sí mismo, de todo su pasado, de sus propias acciones y de sus valores morales.

Aclarar, no obstante, que durante esta fase de coexistencia entre los principios genéticos humanos y las leyes extrafísicas, existen también las influencias de fuerzas espirituales de orden superior que, de acuerdo con los méritos del reencarnante, pueden imprimir modificaciones en la materia o bien seleccionar el espermatozoide más adecuado que ha de fecundar al óvulo, con vistas a favorecer el proyecto reencarnatorio y los objetivos concretos que se pretenden.

 ¡NACER, REENCARNAR¡

Por consiguiente, después de todo lo explicado hasta ahora, deberíamos de tener plena conciencia de que cuando una mujer está embarazada, lo que se desarrolla y palpita en su interior no es una simple aglomeración de huesos, nervios y carne en formación sin más, sino que la realidad espiritual es mucho más seria, hermosa y grande, porque ese feto en constante transformación es el traje vivo de un espíritu en progresiva materialización dentro del vientre materno, molécula a molécula, célula a célula, órgano a órgano, que desciende desde el plano espiritual hacia el mundo material para, finalmente, poder manifestarse como un ser humano.
 
 
En definitiva, cuando un bebé nace no es más que un espíritu, preexistente a la cuna y sobreviviente a la tumba, en proceso permanente de evolución, que se reviste de carne, trayendo consigo todo un patrimonio lleno de vivencias, de sentimientos y de conocimientos propios adquiridos a través de las distintas reencarnaciones experimentadas, y en la que esta nueva existencia sólo va a ser otra página más dentro de toda su epopeya como espíritu inmortal.
 
Por tanto, una vez cumplidos los nueve meses de gestación, llega el maravilloso momento del nacimiento de un bebé y la reencarnación de un espíritu, lleno de ilusión y de esperanzas para afrontar otra jornada terrestre, que le brindará nuevas y valiosas oportunidades para progresar, en las que tendrá pruebas que superar, deudas que rescatar, reencuentros con antiguos afectos y desafectos, momentos de alegría y momentos de desesperación, junto a un sinfín de experiencias para acumular en su ya larga trayectoria.

Pero, de momento, la más importante e imprescindible de todas, porque sin la cual las demás no serían posibles, se ha coronado con éxito y ha sido PODER NACER¡¡ PODER REENCARNAR¡

 LA IGNORANCIA, EL MATERIALISMO Y EL EGOISMO HUMANO

¿Cuáles son, entonces, las razones que llevan a una mujer a expulsar al ser que se está desarrollando en sus entrañas? ¿Por qué la mujer contraría y se rebela, de esta manera, ante la primera y más importante de todas las leyes naturales? ¿Por qué un sector de la sociedad apoya y lucha para que la acción del aborto se reconozca como una opción y un derecho de la mujer, en lugar de luchar por el reconocimiento y los derechos del ser en gestación?

¿Por qué se esgrime muchas veces como explicación para aceptar el aborto el argumento de que la mujer es libre y dueña de su cuerpo, cuando en verdad su libertad choca frontalmente y destruye la libertad del ser que en ella se está gestando, y cuando el cuerpo sobre el que ella “supuestamente” puede decidir no es el suyo, sino que es el que ha de servir como envoltura y como instrumento al espíritu que está reencarnando?.

Una gran parte de la respuesta, si no toda, se ha de encontrar, sin duda alguna, en el triángulo nefasto que forman la ignorancia, el materialismo y el egoísmo, del individuo en particular y de la sociedad en general.

Porque la gran ignorancia que tiene el ser humano de la condición divina e inmortal que palpita en su interior y de las leyes que rigen el plano espiritual, le llevan a tomar como referencia el mundo ilusorio de la materia, donde tan sólo lo tangible es lo que cuenta, perdiéndose, de este modo, en la apariencia de las formas y en la superficialidad de los hechos.

 Esta manera de percibir la realidad lleva al materialismo más absoluto que impera en la sociedad, que es incapaz de ver más allá de sus inmediatos intereses y comodidades materiales.

E ignorancia y materialismo conducen a creer que el ser humano es tan sólo un montón de células formando un cuerpo de carne, y que la vida es apenas un estado de la materia, que empieza en el nacimiento y finaliza con la muerte, no existiendo nada antes, ni quedando nada después, por lo que no puede considerarse que haya algún mal en la práctica del aborto.

Y como consecuencia de esa ignorancia y de ese materialismo, se desemboca, final y fatalmente, en una gran lacra social: el egoísmo.

“Del egoísmo arrancan todos los males, él es el verdadero cáncer de la sociedad. Cuando los hombres hayan sacudido el egoísmo que los domina, vivirán como hermanos sin hacerse mal, ayudándose por el mutuo sentimiento de la solidaridad”

(Libro de los Espíritus – Allan Kardec)

Egoísmo en el más amplio sentido de la palabra, porque nos lleva a poner por delante siempre nuestro “yo”, en forma de un problema económico, de una situación emocional inestable, del interés personal, de una dificultad social o de las condiciones particulares de cada uno, por muy dolorosas que éstas puedan ser, sin tener en cuenta que en muchas ocasiones nuestro “yo” va contra los más fundamentales derechos de “los otros” y, en este caso, del derecho a la vida.

 EL DERECHO A LA VIDA

Porque con el aborto se frustra, de una manera cruel y miserable, el proceso de reencarnación de un espíritu que se ha estado preparando en la espiritualidad durante mucho tiempo para retornar al mundo material y, con ello, al destruirse ese organismo en formación, se violenta la más elemental Ley de Dios.

L. ESPIRITUS nº 880
¿Cuál es el primero de todos los derechos naturales del ser humano?
“El derecho a la vida. Por eso nadie debe atentar contra la vida de su semejante, ni hacer cualquier cosa que pueda comprometer su existencia corporal”

Y el derecho a la vida ampara tanto a aquel ser que ya ha nacido, como a aquel otro que todavía está en el seno materno.

No importa si ese ser ha sido generado en circunstancias adversas y dolorosas, pues el Plano Espiritual siempre hará lo máximo para que de un mal pueda resultar un bien donde, en este caso, el nacimiento y la dedicación a ese hijo podrá convertirse en fuente de agua cristalina que calmará la sed de aquella mujer que, hallándose, sea la que sea, en una situación desesperada y dramática, haya sabido encontrar fuerzas dentro de sí misma para respetar el derecho de vida del ser que en ella estaba germinando.

Y tampoco importa si ese feto es portador de malformaciones, lesiones o serias deficiencias psíquicas, pues ello no es fruto del acaso o de la mala suerte, sino que dichas minusvalías son anteriores a la formación de ese feto y corresponden a un espíritu enfermo y con alteraciones periespirituales, que no hace sino que reflejar y plasmar su enfermedad y desequilibrio en el cuerpo físico, como una forma de depurar esas anomalías que padece.

Y ese Espíritu “defectuoso” que se está materializando en el vientre de la madre, a pesar de ser supuestamente perjudicado por mil dificultades, tiene una preciosa oportunidad de perfeccionarse espiritualmente, siendo capaz de desenvolver sus propias potencialidades. A cada uno de nosotros le compete estimularlas y ofrecerle las ocasiones para que pueda desarrollarlas.

Y en estos casos nadie debería tener la autoridad de interferir provocando un aborto en nombre de una supuesta piedad, pues un feto portador de deficiencias, malformaciones o enfermo tiene la misma dignidad, el mismo derecho a nacer y, seguramente, más necesidad y urgencia de hacerlo que un feto sano y hermoso.

Por lo tanto, si la piedad es una de las razones que se esgrime muchas veces para justificar el aborto, por favor, en nombre de esa misma piedad, busquemos los recursos que ayuden a mantener y a preservar la vida, y no aquellos que la interrumpan y la destrocen.

En este sentido, cuando una mujer no se sienta, sea por los motivos que sea, con una estructura psicológica fuerte y adecuada para aceptar y criar al ser que se está gestando en su vientre, debería competir a la sociedad y a los órganos gubernamentales facilitar y estimular el desarrollo del embarazo y, si finalmente procediese, la adopción de la criatura nacida, en lugar de amparar su “muerte legal”.

Estemos convencidos, por otra parte, de que ese espíritu que va a reencarnar en unas circunstancias anómalas y no deseadas, se ha de presentar en un medio social y familiar donde, especialmente los padres, han contribuido en el pasado, de una u otra forma, para que ahora ese espíritu retorne a ellos en esas condiciones adversas, necesitando, igualmente, pasar por esa experiencia reeducativa.

Y ello es así porque las Leyes Divinas se encargan de reunir nuevamente hoy a los protagonistas de ayer, para darles la oportunidad de reajustar actitudes y sentimientos, y para que si en el pasado venció el desequilibrio y el odio, hoy, en su lugar, pueda vencer la Armonía y el Amor.

 LA VIDA COMO UN PROCESO CONTINUO

Libro de los espíritus nº 360
¿Es racional guardar al embrión o al feto las mismas consideraciones que al cuerpo del niño que ha vivido?
“En todo ved la voluntad de Dios y su obra, y no tratéis, pues, con ligereza cosas que debéis respetar. ¿Por qué no se han de respetar las obras de la creación, incompletas a veces por voluntad del Creador? Ello está dentro de sus designios, que nadie está llamado a juzgar.”

Una buena mayoría de gente, cuando contempla a un embrión de pocas semanas, seguramente, debido al rudimentario aspecto y desarrollo morfológico que aún presenta, no es capaz de asociarlo con el futuro bebé que llegará a ser, con lo que en esos primeros días de la gestación quizás les resulta más aceptable o comprensible la interrupción de la misma; mientras que, por el contrario, si el embarazo ya está en una fase más avanzada y, por consiguiente, el feto ya tiene una semejanza con la futura forma final del bebé, entonces, parece ser que pesa mucho más en la conciencia el efectuar el aborto.

¡Qué gran error del ser humano, que se pierde debatiendo sobre dónde y cuándo empieza la vida! Porque se queda en la superficialidad de los hechos y en la apariencia de la forma física que tiene delante, ignorando que ésta es tan sólo portadora de vida biológica y que para que la


persona y la vida se presente en toda su plenitud y dignidad es necesaria e imprescindible la presencia de un Espíritu que le confiera la inteligencia, el sentimiento, la voluntad y su verdadera esencia.

Espíritu que es el mismo desde el instante de la fecundación, en el embrión de pocas semanas y en el feto de nueve meses.

Hoy en día la Ciencia no tiene ninguna duda de que desde que el óvulo es fecundado por el espermatozoide, se inicia un desarrollo físico diferenciado de cualquier otro:

“Se sabe que después de la fecundación del óvulo por el espermatozoide se produce una primera célula llamada cigoto, punto de partida de un desenvolvimiento embrionario con un nuevo potencial genético, siendo único e irrepetible. Un nuevo tipo de organización inicia la producción de un organismo multicelular con identidad propia, hasta la formación completa del individuo.”

(Embriología Humana – Churchill Livinstone) 

¿Y qué es lo que marca esta diferencia, otorgando esa identidad única e irrepetible? Para nosotros, los espiritistas, la respuesta es clara y evidente: Porque por encima de esa realidad material de la gestación prevalece otra realidad, espiritual y superior, que rige todo el fenómeno, pues desde el mismo momento de la fecundación ya existe un espíritu que está plasmando en las células físicas todo su particular potencial y todas sus características personales, dando inicio, de esta manera, a una nueva vida física y a una nueva reencarnación.

Vida física, por tanto, que se inicia en la fecundación y continúa y no finaliza hasta la muerte, de modo que si la naturaleza puede proseguir su curso normal, los distintos eslabones que forman la cadena de la vida humana, desde el instante de la concepción hasta completar todo el ciclo son: cigoto, embrión, feto, bebé, niño, adolescente, adulto y anciano.

Es decir, que esa primera célula proveniente de la unión entre el espermatozoide y el óvulo ya concentra en sí misma toda la potencialidad del desarrollo del futuro ser humano.

Y del mismo modo que si un bebé es destruido nunca llegará a ser un adulto, y un adulto si es destruido nunca será un anciano, tampoco un embrión o feto, si es destruido, nunca podrá llegar a ser un bebé.

Da lo mismo por donde se rompa la cadena, pues para alcanzar un eslabón es necesario primero consolidar el anterior. Y todos tienen la misma importancia, porque todos forman parte del mismo proceso que es la vida humana.

Llegado a este punto, hemos de ser conscientes de que realizar un aborto es exactamente lo mismo que arrancar la vida a un ser humano, pues tanto en un caso como en el otro la acción y el resultado obtenido es idéntico, es decir, se destruye de una manera agresiva un organismo físico, independientemente de cual sea su grado de desarrollo y formación, provocando con ello la rotura violenta de los lazos que unen al espíritu con dicho organismo, con la diferencia de que en el caso de un ser ya nacido se fuerza su desencarnación, mientras que en el caso de un ser todavía en el vientre materno, se impide su reencarnación, pero con el agravio, además, de que en el aborto ese ser destruido es una víctima frágil que no tiene brazos fuertes para poder defenderse, ni voz para poder suplicar piedad, y ni tan siquiera sus lágrimas van a poder sensibilizar a quienes, antes de que pueda salir hacia la bendición de la Luz, ya han decidido deshacerse de él.

 EL FETO ES UN SER CON VIDA EMOCIONAL PROPIA

Porque ese ser que se está desarrollando en el vientre de su madre, durante esos meses de gestación, es un ser que ya tiene vida emocional propia, que es capaz de registrar perfectamente informaciones y experiencias del medio exterior, experimentando placer o desagrado, tristeza o alegría, inquietud o bienestar.

Por tanto, la madre puede ir creando, según sean los pensamientos hacia su hijito, una atmósfera psíquica agradable o desagradable que envolverá al feto y que hará que éste vaya sintiendo y percibiendo cuales son los sentimientos de afectividad o de rechazo de ella hacia él, lo que, sin ningún género de dudas, puede favorecer o perjudicar el desarrollo de la gestación.

Tal como nos enseñan nuestros Amigos Espirituales:

“El proceso de gestación es una sublime etapa para que el hijo se integre con sus padres, conozca a su futura familia y acompañe el desenvolvimiento de su cuerpo material con emoción y esperanza, donde habrá constantes cambios de fluidos entre la madre y la criatura, permitiendo el fortalecimiento espiritual y auxiliando el desarrollo físico.”

(Mi vida en gestación / Abel Glasser - Cayo Mario)

Y esa criaturita, si se plantea la interrupción de su gestación vive el problema intensamente. Y se angustia y sufre terriblemente, sintiéndose rechazado y creándose en él un trauma y una dolorosa sensación de no ser querido, siendo consciente, además, de que se está decidiendo sobre la posibilidad de cortar, de una forma violenta y mísera, su camino hacia la vida física.

Por tanto, me gustaría que nos quedara bien claro y que asumamos en toda su trascendencia que el Amor representa, en el contexto de la relación entre madre e hijo, la maravillosa fuerza que ha de impulsar un nuevo inicio de vida y el punto de partida fundamental para la reencarnación de un espíritu, que ha de ir consolidándose poco a poco en el claustro materno, porque lo más importante para el ser en gestación es sentirse amado y querido.

 CONSECUENCIAS PARA EL ESPIRITU ABORTADO

Insistir aquí, una vez más, en que la particularidad de cada caso puede determinar situaciones absolutamente individuales y diferentes unas de otras.

En general, para el espíritu, ver cortado su camino a la vida física por un aborto significa una enorme frustración, una pérdida preciosa de tiempo y un gran sufrimiento moral, acompañado, al mismo tiempo, de gravísimas lesiones periespirituales y de un fuerte trauma mental.

Podemos encontrar desde la reacción más positiva de un espíritu evolucionado, que sabrá sobreponerse al terrible acto, sin dejarse llevar por el odio y resentimiento y que desde pronto podrá estar capacitado para intentar una nueva inmersión en el mundo carnal, hasta la reacción
más negativa del espíritu que, viendo su cuerpo en formación aniquilado y sometido a terribles mutilaciones, reacciona de una manera más descontrolada y agresiva, pues al sentirse traicionado, despreciado y expulsado de las entrañas maternas, el espíritu transforma su mundo íntimo que era de alegría y de esperanza, hacia las emociones traumatizantes de odio y de venganza, revolviéndose con inmenso dolor y angustia contra aquellos causantes de su desgracia, pudiendo acarrear unas consecuencias negativas de variada tipología.

Una gran mayoría de espíritus abortados son recogidos y llevados a hospitales de la espiritualidad, donde son tratados hasta que puedan recuperar su forma espiritual adulta. Algunos de ellos responden de forma positiva a la terapia y, en más o menos tiempo, pueden recobrar su anterior configuración; pero otros espíritus, por el contrario, como consecuencia del gran choque y trauma mental que sufren, quedan mentalmente bloqueados y son incapaces de reaccionar correctamente al tratamiento, mostrándose su periespiritu con grandes deformaciones.

Otras veces, ocurre que el espíritu rechazado se niega a colaborar, no queriendo rehacer su forma espiritual creyendo, en su dolor e ingenuidad, que si permanece en la forma infantil tendrá antes otras opciones para proseguir en su proceso de reencarnación.

Testimonio de un espíritu abortado (extraído el libro “Deixe-me viver” / Irene Pacheco Machado – Luiz Sergio)

Otro caso lamentable era el de Fernando: de cintura hacia abajo poseía la forma de un bebé, y de cintura hacia arriba su forma era de hombre. Su mirar destellaba odio. El médico le preguntó:

- Fernando, ¿desea que hoy conversemos?

- No, no quiero nada, tan sólo poder morir de una vez

- Fernando, sabe que eso es imposible. Tiene que volver a la Tierra para proseguir el viaje

- Ustedes son locos y sanguinarios. ¡Vean cuál es mi estado¡ Obedeciendo a la espiritualidad Mayor    
  frecuenté todos los cursos para sumergirme en un nuevo cuerpo físico y hoy ¿qué resta de mí?. Una
  deformación odiosa, por el  rechazo de alguien que prometió acogerme en su vientre. ¡Todo es
 
  mentira¡ No quiero nada ni creo ya en nada más.

- Fernando, por favor, vamos  a tratar de recuperar su antigua forma, ella está en su mente,
  entreguémonos a los brazos de Jesús y verá como es capaz de poder hacerlo.

Fernando gritaba:
- No puedo, ¿no se da cuenta de que estoy deformado?. Soy al mismo tiempo un hombre y un bebé

- No, usted no es un bebé. Usted es quien insiste en recordar tan terrible acto. Olvídelo, querido hermano 
  y busque en su alma la forma verdadera de su cuerpo de hombre.

- ¡No puedo, ellos me matan¡ La mesa… los aparatos…las jeringas… el dolor, el dolor me quema… 
  ¡No, no me mate, madre¡ Yo no le hice ningún mal. Le pido solamente: déjeme nacer¡¡

- Fernando, su cuerpo… Modélelo nuevamente como era antes¡

- ¡No puedo¡ Estoy siendo asesinado fríamente¡ ¿Qué les hice yo a ustedes, asesinos? Me reducen a un  
  feto y ahora, cobardemente, abusan de mi pequeñez y me matan¡ Por favor, déjenme nacer¡¡, no los
 
  perturbaré jamás. Abandónenme después para que otros me críen, pero no me maten, cobardes. Yo no
 
  tengo armas para defenderme. Algún día pagarán por esto y mi odio será eterno. ¿Cómo puedo llamarla
 
  madre cuando asesina a un hijo inocente e indefenso?

Diciendo esto, Fernando se desmayó.

- Todos los días intentamos traer a Fernando de nuevo a la realidad, pero él no consigue olvidar el aborto 
  cobarde que sufrió.

(extraído el libro “Deixe-me viver” / Irene Pacheco Machado – Luiz Sergio)

En ningún momento voy a hablar de las consecuencias para los padres, ni para los médicos o personas que de una u otra forma se hayan involucrado en un aborto y que, según haya sido su grado de participación, conocimiento e intención, sin duda alguna han generado nuevos e ineludibles compromisos para un futuro y, de uno u otro modo y según cada caso, tendrán que reparar el mal hecho.

Y no lo voy ha hacer porque yo no quiero que el miedo a posibles consecuencias negativas sea el factor que lleve a decir no¡ al aborto, sino que, por el contrario, mi deseo es que el aborto sea vencido por el Respeto y el Amor al ser que está reencarnando. Porque el miedo es un sentimiento negativo que daña y anula a la persona y, sin embargo, el Amor es el sentimiento universal positivo por excelencia que engrandece al ser humano y que tiene la milagrosa y maravillosa propiedad de poder transformar su corazón.

LOS PADRES NO SON DUEÑOS DE SUS HIJOS

Tener en nuestras manos la posibilidad de decidir sobre la interrupción de un embarazo, con todas las consecuencias que ello conlleva, es siempre una decisión de extrema responsabilidad, porque se está decidiendo sobre la posibilidad de denegar la vida a un ser, atentando contra las leyes naturales y contra los designios de Dios.

Por tanto, después de haberse producido la fecundación y, a pesar de las múltiples justificaciones que se puedan alegar, sean cuales sean, la interrupción de un embarazo es siempre un lamentable error, un tremendo acto de injusticia y un ultraje y un desprecio hacia el ser en gestación.

Ser en gestación, por otra parte, que desde el primer momento trae consigo en las entrañas maternas un mensaje para sus padres, que si éstos supieran leer en el gran libro de las Leyes de Dios lograrían ver su contenido, que más o menos podría ser el siguiente:

“Vosotros habéis sido escogidos por Mí para educar y proteger a esta alma que pongo en vuestras manos. Ella es única e irrepetible, pues no existe ni existirá otra igual. Respetadla y amadla sean cuales sean las circunstancias en que os sea entregada. Y, sobre todo, recordad que no os pertenece, sino que Yo os la cedo a vuestro cuidado hasta el día en que os llame para preguntaros que habéis hecho con ella.”

Firmado: Dios

Porque los hijos no son de los padres ni les pertenecen, pues ellos no han creado al espíritu de su hijo, sino que el hijo que ahora viene al mundo físico ya existe desde mucho antes del acto sexual que origina la concepción del nuevo ser.

Los hijos son hijos de Dios, que descienden al mundo físico a través de los padres, quienes de esta manera colaboran en Su obra proporcionando al espíritu los materiales necesarios para que pueda formar su nueva vestimenta carnal, de manera que debemos desterrar el concepto de que los padres puedan atribuirse el derecho o la capacidad para decidir sobre la posibilidad o no de cortar el camino a la vida física de un espíritu frustrando, mediante el aborto, su proceso de reencarnación.

Debe quedar bien claro, también, que el derecho de vida del feto ha de estar siempre por encima del confort psicológico y del libre albedrío de los padres, pues el interés y el beneficio espiritual ha de ser siempre un bien superior a los intereses transitorios, inmediatistas y materiales de la vida carnal.

FINAL

Como he dicho al principio, tan sólo he pretendido despertar las conciencias, anestesiadas por la ignorancia, el materialismo y el egoísmo tan absoluto que dominan en la sociedad actual y, a cambio, proponer las maravillosas enseñanzas que ofrece el Espiritismo, dando a conocer la realidad que envuelve al embrión o al feto y revindicar, al mismo tiempo, el derecho de ese espíritu, que podría ser en un futuro cualquiera de nosotros, a disfrutar de la bendición que significa poder disponer de un nuevo cuerpo carnal.

Porque un embrión o un feto es mucho más que ese cuerpecito físico que se está formando y porque un embrión o feto posee una dignidad intrínseca en sí mismo conferida por el simple hecho de la presencia de un espíritu inmortal, que desde el mismo instante de la fecundación ya está ligado a ese nuevo ser en vías de formación.

Por tanto, el ser en gestación debe ser siempre considerado y contemplado como lo que es en esencia: un espíritu, un hijo de Dios, igual que cada uno de nosotros, y que precisa de un cuerpo carnal para poder continuar trabajando en su evolución, igual que cada uno de nosotros.

Y nadie tiene la potestad para decidir sobre la vida de otro ser, ni la capacidad de dictaminar sobre quién puede o no puede iniciar el próximo compromiso en el mundo físico, impidiendo esa oportunidad que significa poder nacer. Oportunidad, por otra parte, que a ninguno de los que estamos hoy aquí presentes se nos ha denegado.

Y que por deficiente, precaria o defectuosa que pueda ser en apariencia, o bien aunque sea generada en las condiciones más adversas, el Espiritismo nos enseña a respetar y a que entendamos que la vida está siempre plena de sentido y de valor, porque toda vida en gestación, sin excepción, está siempre orientada por una programación superior cuya ley áurea es el Amor, y cuya finalidad, por difícil que sea a veces comprenderlo, es proporcionar al espíritu una oportunidad para mejorar.

Y cuando nos hayamos concienciado y asumido en toda su trascendencia esa realidad, se conseguirá poco a poco derrumbar ese terrible triángulo formado por la ignorancia, el materialismo y el egoísmo.

Y entonces, la ignorancia será vencida por el Conocimiento, el materialismo dejará paso a la Espiritualidad y, finalmente, Conocimiento y Espiritualidad transformarán al egoísmo en Respeto y Amor a la vida en general y, en concreto, a ese embrión o feto que se está desarrollando en el vientre materno.

Y como consecuencia final de todo ello el aborto desaparecerá y, en su lugar, sea en las condiciones y circunstancias que sean, porque siempre existirán poderosas y superiores razones que así lo determinen, resplandecerá la Vida.

Vida que, sin excepción, desde el mismo instante de su concepción, ya posee siempre la mano de Dios bendiciéndola.

“Precisamos alertar a toda la humanidad de que ella está en la Tierra para exaltar la Ley de Amor, y nadie merece ser más amado que aquel que implora un cuerpo de carne para cumplir sus tareas reencarnatorias”
(Deixe-me viver – Irene P. Machado)

Conferencia Publicada por la Federación Espírita Española