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Detén tu paso, ¡Oh cansado viajero.
Detén tu paso, ¡Oh cansado viajero.
Detén tu andar
por un instante y busca a tu Creador en la Grandeza de su Omnipresencia.
Contémplale en
el azul del infinito. En la Creación Universal. En el celaje blanco de las
nubes y en el cintilar de las estrellas.
El está en tu
propio cuerpo, morada imperfecta aún, porque vives desconectado de la armonía
de su Ley.
Por eso te
invito a hojear las páginas brillantes de mi Enseñanza que en este tiempo de
confusión te entrego, para que aprendas a encontrarle e ilumines tu propio
entendimiento.
Dos Lecciones te
he dictado, respecto a las obligaciones, que pesan sobre los hombros de quienes
forman las columnas del Hogar. FORMARÁS CON ELLAS UN LEGADO QUE TE RECLAMARÉ, PORQUE ES LA HERENCIA QUE DARÁS A TUS HIJOS Y A LOS HIJOS DE ÉSTOS.
Enseñanza Moral,
que te hará conocer la responsabilidad que haz adquirido, y no tan sólo cifres
tu deber, en la educación cultural que crees debes dar a tus hijos, olvidándote
de las sólidas bases, que forman los buenos principios que deben de inculcarse
en el infante, desde que tiene uso de razón.
Ayer le hablé al
padre, el padre que ha equivocado su misión educadora, y qué, haciendo
esfuerzos inauditos, le ha brindado a su hijo el máximo apoyo, para que logre
éste una carrera profesional. Este padre que no escatima precios, y que en afán
de que al hijo no le falte nada llega a cometer actos reñidos con la misma
moral y con la Ley.
A éste padre que
así actúa, Yo le hablo, a este padre que cree que está cumpliendo, más, nunca
antes se preocupó de conocer la verdadera vocación del hijo, y con un amor paternal y ciego entregó al joven
cuanto éste le exigió.
Este padre que
soñó, el ver a su hijo convertido en un hombre de brillante porvenir, rodeado
de grandezas superficiales, anhelos que se fundaron en el amor mal entendido.
Porque ya he
dicho: ¿Acaso auscultaron antes las reacciones del hijo tan amado? - ¿Se
preocuparon por conocer si había probabilidades de triunfo?. O si había
inclinaciones nada buenas que causarían en éste joven estudiante, el que se
convirtiese en un fracasado, que perdiera el tiempo lastimosamente, porque
también, nunca tuvo la noble idea de aprender algo.
Este mal
estudiante y peor hijo, nunca abrigó el deseo de prepararse intelectualmente, y
sólo engañó a sus padres y a sí mismo.
Y cuando ellos
diéronse cuenta, ya era tarde para
remediar el daño. Más son tan pocos los padres que aceptan la culpabilidad del
hijo, que lo más de las veces consideran que la causa del fracaso de éste,
residió en los mentores donde acudió a estudiar.
Esto es lo más
común que sucede entre los padres, que no aceptan los errores de sus hijos.
Jóvenes que no
estudiaron porque en ellos la pereza iba despierta, y tempranamente, al vicio
resurgieron, cual remanente de pasados turbulentos. Jóvenes que perdieron el
tiempo en la vagancia con los libros bajo el brazo.
Criaturas sin
escrúpulos morales y de voz irresponsable, que no se detendrá jamás, para
pronunciar la palabra acusadora contra sus mentores, los cuales recibieron en
las aulas, a un ser de mentalidad torcida y enfermiza, porque en el seno del
hogar de donde procedían, jamás les dieron ni el más mínimo principio de
atención, porque también sus padres, no eran responsables, ni concientes del
deber que implica la familia.
Analizad, el
panegírico que os hago de los hijos disolutos, y los padres inconscientes. Y
comprended entonces, cual es vuestro deber sobre la tierra.
Vuestro deber
¡Oh padres de familia! Es profundizar en las reacciones de los hijos, para que
no paséis por alto sus defectos.
Padres que no
sabéis auscultarles, porque os
duele reconocer vuestra incapacidad cómo padres temporales, supuesto, que sois
padres, solamente en cuanto a la materia, no así en cuanto al Espíritu. Y por
esa misma insuficiencia, vuestra, es que os habla la voz de la conciencia,
haciéndoos notar, el incumplimiento de vuestra parte, en lo que toca a la recta
dirección que formaría el carácter noble y justo de los hijos.
Habéis
descuidado vuestro lenguaje. Habéis mancillado el seno del hogar, llevando
hasta ahí, lo prosaico que en el mundo del engaño y la maldad, vosotros mismos
recogéis.
Habéis
envenenado el ambiente familiar, sin daros cuenta, que vuestros niños, son
flores de loto nacidas en el fango del mundo terrenal. Flores que al contacto
con la atmósfera manchada que vais creando, la albura inmaculada de éstos
pétalos, también se va manchando. Y ese infante tan limpio en el principio,
inmaculado en sus primeros años, irá recogiendo la maledicencia y la
concupiscencia misma, que vosotros vivís a cada instante, porque habéis creído,
que el tálamo nupcial, tan sólo es para gozar de los placeres de la carne.
Habéis
prostituído el seno del hogar, y
es mi voz, la Voz Maestra, la que os reclama en este tiempo de confusiones, de
desequilibrios y de perversidad,
porque vuestros hijos, limpios ayer, son jóvenes viciados hoy a los que
no podréis rescatar ya de la equivocación.
Las primeras
decepciones que os dieron cuando apenas eran estudiantes, considerasteis, que
se debieron a la mala voluntad o poca atención, que para ellos tenían quienes
eran sus Mentores, en los cuales, según vuestra creencia, vosotros confiasteis
una perla. Más os pregunto, - ¿Y la perla luminosa del más puro Oriente que
recibisteis en el seno del hogar, misma que vosotros engendrasteis?. ¿Acaso
conservasteis de la misma, su pureza?.
- ¡No!, porque
ni siquiera habéis sustentado la honestidad en el vivir. Por lo tanto, vuestros
hijos en sus costumbres perniciosas, están dándoos la cosecha que
imprudentemente ayer sembrasteis.
Ayer, vuelvo a
decir, cuando llegasteis a la conclusión, de que necesitabais unir vuestros
destinos a una compañera (o compañero), os pregunto, - ¿Cuáles fueron vuestros
pensamientos? - ¿Fueron éstos nobles y elevados? - ¿Pensasteis que como
copartícipes del Gran Arquitecto teníais que actuar, para tomar parte en la
Sublime Ley de la Creación? - ¿Tuvisteis en mente la idea, de que, al llegar al
tálamo nupcial, asumíais una responsabilidad que jamás terminaría, y que
vuestra actuación no se reduciría tan sólo en alimentar la prole que llegase
después?.
- ¡No!, jamás
pensasteis esto. Porque desconocéis el verdadero Amor que sublima las almas,
que por la Ley de Causa se encuentra formando los núcleos de familia, y cuando
os unís en matrimonio, lo hacéis por el reflejo de la deuda anterior que os
incita a ello, más no buscáis la unión, porque sintáis la exquisita ternura que
identifica a las almas como seres iguales en las mismas circunstancias,
anhelosos de superación.
Por esto mismo
actuáis también en forma irresponsable, porque aún no habéis despertado al
delicado sentir de la fraternidad, que nace, en quienes vibran en el Amor
Supremo como expresión de la Ley Universal. Y sólo por este Sublime
reconocimiento las almas se unifican, y los que están actuando como padres de
familia, podrían cumplir con el verdadero amor que redime, ennoblece,
rectifica, a la vez que nulifica
las causas del pasado.
Cuántas veces
consideráis desesperados, que el sufrimiento que os dan las hijos, es el
castigo que Dios os a enviado en vía de que abonéis vuestros adeudos. Más nunca
habéis pensado, el que esos hijos perezosos, dados a mentir, malos estudiantes
e irrespetuosos, no os los a mandado el Creador y mucho menos su creación es
deplorable.
Porque, esos
hijos que os llegan al hogar, están eslabonados con vosotros por deudas del
ayer, y vosotros mismos desde antes de nacer, prometisteis, el servirles de
vehículos para que ellos volvieran a nacer, y así saldar los debes y el
haber. Más nunca la Sabiduría
Suprema es la culpable de lo que pasa entre esos núcleos familiares, que están
unidos por los odios del antaño.
En los Planos
Elevados, las Almas se unifican por Amor y toman parte en el engranaje del
ritmo Universal. Mientras que en los Planos inferiores de manifestación
grosera, también las almas van unidas, solamente que por el dolor. Pues, tan
encadena el sentimiento ruin, como el sentimiento noble. El primero es agonía y
eterno sufrimiento. El segundo es armonía y buen entendimiento.
Más es la Ley
del Todopoderoso, la que en Amor jamás descuida a su Creación, no obstante el
que esta misma, no acate de sus códigos Supremos. Y esta sabia Ley, en generoso
auxilio responde a los niños, que nacen en esta tierra llena de impurezas,
exonerándolos de toda causa, por lo tanto cuando ellos llegan al seno del
hogar, nacen limpios y puros. Más si, de acuerdo sean tratados, después
responderán, porque en su Alma traen bajo un manto de olvido, el recuerdo de
pasadas vidas, y éste germinará presto, cuando empiece a recibir el riego que
fecundiza también la maleza, que brota aparejada al grano.
Sin embargo, no
estando los niños bajo el karma pasado mientras no cumplen los 14 años, fácil
es para los padres el acrisolarles en los nobles ideales que pueden germinar
dócilmente, ya que el infante, es a manera de un surco en tierra virgen que se
os muestra, para que cumpláis inteligentemente.
Comprended, el
por qué os reclamo más cumplimiento. Y si aún vuestros hijos no llegan al
segundo septento, todavía podéis encausarlos mejor con más sentido de justicia
y de humano derecho.
Los niños son
supersensibles en su temperamento psicosimpático hasta los 14 años; después de
esta edad, principia el desarrollo en ellos del sentido
intuicional, que viene a madurar, por el efecto del deseo noble de cumplir bien
en la vida terrenal.
El sexto sentido
de la intuición va ampliamente desarrollado en los adultos, y por este mismo,
los padres deben aprender a interpretarlo para cumplir mejor, sin tan sólo
dejarse llevar por la voz de las circunstancias. Porque, muchos Padres de
familia exclaman para sí internamente y se dicen “Yo no tuve infancia”, “troté por las calles bajo la lluvia
y el frío”, “mendigué el pan cuando niño”, etc... etc.., y si ahora, yo puedo
evitar a mis hijos esos sufrimientos, puedo darles lo que yo no tuve, - ¿por
qué no hacerlo?.
Y al respecto os
digo: ¿No sabéis que el cumplimiento del amor paterno no se fija en la meta,
que lleva a satisfacer del hijo sus caprichos apremiantes?. Vuestro deber, es
mostrarle con justicia y rectitud el aprendizaje honesto. El amor al estudio,
al trabajo, el respeto absoluto hacia todo derecho ajeno, de lo contrario, si
por vivir confundidos en cuanto a vuestros deberes, les fomentáis sus perezas,
sus inmoralidades y faltas al respeto para con vosotros mismos, entonces
después no os extrañe el resultado, porque al dejarlos a su libre actitud nada
bueno resultará, y en vez de haber cumplido bien con ellos, los habréis
arrojado por la pendiente. Siendo entonces, que seguís originando nuevas causas
de las que responderéis ante vosotros mismos, cuando os preparéis a nacer en
una nueva vida futura.
La Ley de
Evolución en esta edad, exige en cumplimiento la justa acción de equilibrio que
deben mostrar todas las almas, que han mecido sus experiencias en tan largo
peregrinar de mundo en mundo.
Cómo padres de
familia, vuestro deber es frenar los impulsos violentos y nocivos de los hijos.
Investigarles someramente en todas las actividades que se relacionan con ellos.
Si son cumplidos en los estudios, con sus maestros y su comportamiento total.
Más, ¡ay! De
aquel padre que desobliga sus deberes y se atiene tan sólo a la educación
educadora del maestro, hombre ennoblecido por un sentimiento de amor hacia su
prójimo, sentimiento de fuerte arraigo
en su alma digna, y que, cumpliendo está con el deber sublime de
encausar vidas, de modelar mentes, para que sean de utilidad. Más, aunque su
voluntad y su nobleza sea muy grande, no está en sus manos el poder corregir
los déficit morales de los que son educandos, porque éstos demuestran
solamente, el que en sus hogares tampoco existan estos principios que toca a
los padres enseñar.
Los Mentores son
vuestros mediatos cooperadores. Más es vuestra la máxima responsabilidad para
la buena educación. Porque si van creciendo en la indolencia, en el descuido,
en la pereza constante, ¿cómo será posible que puedan ser útiles en la
actividad, en el trabajo honesto o en el estudio, si fueron contagiados desde
niños.
La madre,
abandonoles mientras iba a cumplir con sus deberes sociales donde tomaba parte
activa en clubes pro-desvalidos; cuando la verdad era esta: Que más
necesitados de amor eran sus propios hijos, y ella misma, porque desconocía
la carencia de este sublime sentimiento. Y, ¿Cómo ésta madre podría dar amor al
huérfano, al asilado o al enfermo? ¿ Es acaso prodigar ternura, el entregar fuertes
cantidades en metálico?.
En cuanto al
padre se descuidó también, esperando que el Maestro hiciera lo que sólo a él
correspondía; y éste padre descuidado, en el mañana llorará también de su
desdicha, y lo lamentará y en desatino culpará a los Mentores, los cuales
recibieron en la Escuela a esos hijos de mentalidad deformada. Y éste padre mal
escultor, cosechará el amargo fruto de su siembra, cuando el hijo le demuestre
que no aprovechó el estudio, porque no le interesó, ni mucho menos se preocupó,
por aprender un trabajo honesto.
Es entonces
padres de familia, que vuestras lágrimas correrán en un caudal constante y
entre sollozos diréis: “son mis hijos, son carne de mi carne y sangre de mi
sangre”.
Nadie puede
negar este aspecto; pero, - ¿Acaso cumplisteis para con esas mentes que
debisteis modelar? - ¿Les mostrasteis el buen camino con ejemplos? - ¿Les
enseñasteis el Amor a sus semejantes? - ¿Les mostrasteis la presencia y el Amor
hacia el Creador en su vasta creación; bien en la vida microscópica como en la
oruga que vegeta, o en la sencilla flor que en la pradera crece?.
- ¡Nó!, nada de esto les hablasteis. Ni
siquiera los preliminares de sus pequeñas responsabilidades contraídas en el
hogar, porque también vosotros no conocíais éstos aspectos importantes para la
buena armonía del Hogar, que fue mancillado con actos detestables, con palabras
soeces, por la ambición devastadora de vosotros mismos, porque nunca estáis
conformes, y siempre deseáis tener más a la par que pensáis así: “ Yo
trabajo y quiero tener más, para
que mis hijos se hagan vivir”.
Y Yo pregunto, -
¿en vía de herencia eso es lo que pretendéis dejarles, ¡Oh! Padres de familia.
– Entendedme bien, lo que os digo: No cifréis el bienestar futuro de ellos,
por el monto cuantioso de los bienes de fortuna, porque esa herencia el viento
se la llevará, y de ella no quedarán más que cenizas y rescoldos de pasiones en
sus almas, porque se debatirán en los vicios más vergonzosos, por las
facilidades que tendrán, y vosotros como padres inconscientemente se los
auspiciasteis.
Preferible es
que les dejarais la herencia de la más pura moral. La herencia del buen
comportamiento, de la observancia en la rectitud, del bien pensar, del bien
hablar, y del bien trabajar.
Esta es la
herencia perdurable que jamás se extingue. Es la heredad del principio de los
caudales eternos, que llevan a los seres humanos a ennoblecerse y a brillar por
sí solos.
El hombre, debe
brillar por la elevación de sus pensamientos. Por la rectitud de sus actos. Por
la honestidad con que se gobierna. Este es el resplandor propio con que debéis
pulir la mente de vuestros hijos.
Cómo padres,
tenéis la obligación de ser altamente psicólogos para que descubráis en ellos
las aptitudes que traen. Solamente así, no cometeréis el incalificable error de
deformarles la mente con reglamentos impositivos de ningún provecho para ellos.
Porque también,
no olvidéis lo siguiente: Que el niño que hoy es vuestro hijo, en el ayer tuvo
otra vida, y no sabéis si desencarnó adulto, anciano, joven o niño; por lo
tanto no sabéis que reflejos consecuentes traiga consigo en el subconsciente.
El Mundo Tierra
es un Planeta de dolor, porque aún sus moradores no se ajustan al ritmo del
Amor. Por lo mismo, aún cuando los niños nazcan sin los recuerdos dolorosos del
pasado, ello no les redime de traer el acervo del ayer, que se manifestará en
cuanto la criatura cresca y de acuerdo haya sido tratada. Y vuestros hijos de
hoy, no olvidéis, que son seres, que en el ayer, unos vivieron en pasados
turbulentos, otros brillaron en el mundo del arte o de la ciencia, y, - ¿qué sabéis si abusaron del
intelecto material despierto? - ¿qué sabéis si esclavizaron con su
intelectualidad mecanizada y ambiciosa?.
Sin embargo, no
obstante ese pasado, ellos no recuerdan nada, para que en sus primeros años
puedan ser perfectamente modelados por sus padres que deben enseñarles siempre
el no mentir, el bien actuar, el nunca holgar y el nunca perder el tiempo.
En mi lección
anterior, os digo en que forma podéis mostrarle al niño las páginas brillantes
de la filosofía que la vida diaria os ofrece.
Tenéis múltiples
ejemplos en las plantas, en las flores, en los insectos, en los mismos
elementos que os hablan de la presencia Infinita del Creador y de sus Eternas
Leyes.
Que, si observan
un accidente callejero desagradable, sin duda que os preguntarán el porqué de
ello. Y vosotros atentos, debéis siempre darles la respuesta completa,
haciéndoles notar, que los actos y palabras insidiosas hacen mal, y nunca deben
de imitarse, porque no solamente golpeando a un semejante se le hiere.
Siempre debéis
de enseñarles a definir lo que es el bien y lo que es el mal. El bien que se
abarca en la vida tan solo con acatar el bien vivir, el bien pensar y el bien
actuar. Y el mal, en el cual se abisman las almas que caen porque lo
desconocen, y en la forma en que éste se refleja, originándose ese mismo mal en
la desobediencia, la deshonestidad, la mentira y la soberbia. Si vosotros
habéis cifrado en ellos una esperanza, no les descuidéis. No permitáis jamás
que sean orientados por labios extraños, porque solamente así no edificareis en
bases engañosas.
Cuidar al niño
del accidente natural de su edad, es evitarle al futuro joven el caer en los
primeros vicios. Y si demostráis ser buenos escultores, - ¡qué satisfacción
tendréis en el futuro, cuando veáis realizados los anhelos que hoy os preocupan
tanto!.
En cuanto a
vosotras madres de familia os diré igual: Si abrigáis hermosas esperanzas para
vuestras hijas, - ¿porqué permitís que esas niñas sean orientadas por personas
ajenas al círculo del Hogar? - ¿porqué permitís que el Alma de vuestras niñas
sea auscultada por mentes adultas, y enfermas de malicia? - ¡Oh madres de
familia, que en imprudencia encamináis a vuestras hijas, para que develen su
conciencia ante un ser humano, mucho más equivocado que vosotras!.
¿No concebís la
idea, de que ese Sanctórum que guarda la conciencia de la joven, va a ser
mancillado en su pureza, tan sólo con la pregunta de doble intención, que su
interlocutor le haga?.
Vosotras como
madres, vuestra responsabilidad no es menos que la del padre; porque ambos son
jardineros de esas tiernas plantas. Sí el padre representa la fuerza vigorosa
respondiendo a las labores cotidianas o de intelectualidad para sostener
económicamente la nave del Hogar;
sois vosotras las mujeres por cuya fortaleza espiritual y mayor sensibilidad,
sois superiores al varón; por lo mismo, vuestra responsabilidad es mayor.
Mientras el
padre alimenta a su prole por medio del trabajo laborioso, vosotras como
mujeres tenéis la obligación de alimentar los nobles sentimientos de esas
almas, ésto es lo que debéis de hacer.
Sin embargo, tal
parece que el fracaso de la humanidad todavía no os conmueve y esperáis aún más
desastres para poderlo creer. Porque, - ¿cómo van las criaturas a surgir hacia
el final glorioso que les espera en la meta ascensiva trazada por la Ley de
Evolución? - ¿cómo podrían ser rescatadas las juventudes de tanta inmoralidad
reinante, si en el seno fecundo del Hogar la misma moral se encuentra
pisoteada?.
He aquí el fatal
resultado que fuera elaborado por los inconscientes que llegaron al tálamo
nupcial, poseídos tan sólo por los deseos de la materia. Los unos, eligieron
compañera, para satisfacer sus instintos, las otras aceptaron, para no quedarse
sin llegar al matrimonio, y ambos irresponsablemente actuaron. En ambos, una
vez satisfechos los primeros momentos, surgió la bestia que oculta iba. El
varón dejó de ser el hombre dulce que desgranaba comprensión al oído de la
compañera, y la mujer, dejó de ser la blanca rosa de pureza, la copa rebosante
de dulzura y se tornó también en la pequeña fiera. Y una vez despiertos los
sentidos instintivos, empezaron a vivir peor que bestias, y aquello que debió
haber sido un venturoso Hogar, se transformó en un cubil de indomables fieras.
He aquí, lo que
son la mayoría de los Hogares e la actualidad. Porque jamás puede compararse el
interior de un Hogar moderno, con el interior del antiguo Hogar donde crecieron
vuestras abuelas. Y Yo os pregunto - ¿acaso por que ellas vivieron en una época
fuera del modernismo, no había más moralidad? - ¿no había menos delincuencia? -
¿menos irresponsabilidad en los jóvenes que acudían a las aulas escolares?.
- ¡Sí! Y había más rectitud y también
más cumplimiento, porque la educación que aquellos jóvenes recibían estaba
impartida con el ejemplo de la honestidad, de laboriosidad y el buen orden que
en el Hogar veían patentizado por sus progenitores, mismos que se unían en
matrimonio con el conocimiento absoluto, de que al formar un Hogar era para
perpetuizarse en él; y tanto el hombre como la mujer, de antemano aceptaban las
obligaciones que en consecuencia llegarían.
Hoy, la
Humanidad se mece en la cima del paroxismo. Estáis viviendo la vorágine más
tempestuosa. Contempláis a diario la desesperante agonía de la juventud caída
en el turbión demente que todo lo avasalla. Un loco frenesí, se apodera de
éstas Almas que buscan el escape a sus naufragados sueños que se ahogaron en el
mar de las desesperanzas, por haber sido dejados al azar, en el principio de
sus tiernas vidas, que se marchitaron, sin el rocío bienhechor de una buena
educación. Y aún así, sin reconocer sus faltas, ¡cuántos padres lamentan y
neciamente exclaman! “Dios me mandó estos hijos que me defraudaron”.
Más Yo te
aclaro, ¡Oh criatura! que los hijos que a tu casa llegaron, eran seres que
traían la pureza en sus pequeños
cuerpos. Eran cerebros limpios y tiernos. Mentes infantiles, que tú con más
habilidad de buen artista, habrías podido moldear en ellos los buenos
principios para que hubiesen crecido rectos y justos, y no tan solo haberles
dejado como la hierba del campo.
“Dios”, como tú
le llamas, ha formado toda su maravillosa Creación en lo máximo de la
perfección. Entonces, ¿porqué le culpas a EL de que tus hijos no sean cómo los
deseaste? - ¡Cúlpate
tu mismo! Reconócete como mal escultor y acepta que no has cumplido y por ello no llegaréis a ver el final
glorioso de la meta que soñasteis. Empero, si vuestros niños aún no cumplen los
14 años, aún podéis iniciar en ellos la buena metamorfosis. Más si sobrepasan
del tercer septento, nada podréis hacer en su favor, como no sea el llorar en
silencio y orar con paciencia, porque es tan difícil que en esa edad de caídos
se levanten, como no sea por mutuo propio.
Orad por esos extraviados que se han
hundido en la corriente del vicio acrecentado por los reflejos del pasado.
¡Orad por ellos!
Más nunca culpéis a un tercero, en creyendo que las malas compañías los
llevaron al fracaso. Porque en este caso, la culpa sigue siendo de los padres
que no cimentaron la profunda convicción en la mente de sus hijos, al respecto
de lo que era bueno y debía ser aceptado; y lo que por malo, debía ser
rechazado.
Los padres son
el espejo en que los hijos se reflejan, esto no lo olvidéis, y son los padres
los primeros que velan por esos seres desde que son pequeños en la cuna.
Sois vosotros
los que recogéis de su primer aliento. Son los brazos de la madre los primeros
que le acunan. Es la mano paterna la que guíale en sus primeros pasos;
entonces, - ¿porqué culpar a otros del fracaso de éstos cuando son mayores? -
¿no consideráis que todos vuestros actos, palabras y pensamientos emitidos y
plasmados en el seno del Hogar, no han sido delineados dentro de las Leyes de
armonía, y ello ha dado origen a que esos tiernos seres sean manchados? – o
que, ¿acaso vivís en las eternas loas que forman los arpegios de los elevados
pensamientos hechos realidades?.
Considerad esto,
porque si en verdad, así como les tratáis en los primeros meses de nacidos,
siguieseis haciéndolo después sin confundir, el que, darles atención, sea el
satisfacerles sus constantes caprichos que reflejan las primeras reacciones
negativas de lo nocivo que les ha contaminado ya. Así mismo, si eliminarais del
Hogar las disputas conyugales, evitaríais así, el que su psiquis degenere y
empiece a germinar en ella los principios de la mala simiente del pasado.
Las precauciones
que cuentan para el bien del niño, son extremas; pues no hay que olvidar, que
son semejantes a las tiernas plantas que en el mañana darán fruto.
Y nunca un buen
jardinero descuida las plantas de su jardín, porque el que las abandona por
dormir, cuando despierta, contempla que sus rosales han sido devorados por las
plagas.
Así vosotros,
venís a despertar a la realidad cuando vuestros vástagos han cumplido el tercer
septento. Porque antes de esa edad, aún tenéis la esperanza oculta de que sean
hombres de bien.
Y en cuanto a la
mujer, - ¿qué me decís? – no observáis diariamente, como los valores morales de
las almas femeninas se han perdido en el polvo delictivo de los vicios? Y me
preguntáis, - ¿qué hacer para levantarlas?.
Toca a vosotras
como madres, velar por las que en el Hogar tenéis. Toca a vosotras, el
evitarles la contaminación inmoral. Porque para eso sois sus progenitores, para
que erradiquéis de ellas la mala simiente. Pero si por negligencia permitís que
transiten solas y con frecuencia asidua concurran a los centros de diversión
para buscar esparcimiento, entonces, les estáis dando la oportunidad de que sus
mentes se enturbien. Vosotras, no conocéis ni os imagináis el estado vicioso
degradante que vibra en esos antros dónde se incuban las degeneraciones
mentales, acicateadas por los vapores alcoholizados y las semblanzas de la
música moderna, cuya emotividad primitiva, despierta las sensaciones más impúdicas.
Y vosotras que
también vivís influenciadas por el torbellino de las diversiones fatuas, no os
dais cuenta, que día tras día vuestras hijas se hunden en la miseria corriente,
que las lleva a ahogarse en las
pantanosas aguas de la perversidad en que se mece la juventud actual.
Vosotros los
adultos, tenéis despierto el Sexto Sentido de la intuición, y por este preciado
don, debéis de orientaros para que sepáis siempre, con quién andan vuestras
hijas.
Más nunca
juzguéis a las que torcidas crecieron y en el fango viven. Si de éstas su
pureza se manchó, no las juzguéis
tampoco, si no queréis cargar con culpas ajenas.
Jamás permitáis
que criaturas extrañas a la familia guíen a vuestros hijos. Dentro de las
normas de moral, toca a vosotros enseñar. En la obediencia, sois vosotros los
que debéis mostrarles la forma de ser dóciles. Y en el campo educativo
intelectual, tenéis el mediato auxilio de los Mentores; Almas nobles y
generosas que cumpliendo con un deber de amor vocacional van por la vida. Almas
sensibles, que haciendo un verdadero apostolado de su vida, pasan dejando una
huella luminosa en las mentes de sus educandos, que bien saben aprovechar de
esa bella siembra. Almas que fenecen en el mundo de las formas tangibles, donde su huella es visible para los que
tienen noble el entendimiento; más no lo será, para las almas mezquinas
nutridas de ruindad, de miseria y de ambición.
Los Maestros son
vuestros cooperadores y vosotros debéis de serlo también, con el Gran
arquitecto, - ¿cómo?, siendo los buenos artífices de esos niños, a los que con
mano firme y amorosa debéis guiar.
Por lo tanto,
para que logréis esta bella realidad, no mancilléis el Hogar con la
maledicencia. No pronunciéis palabra difamante. Cuidad de vuestros actos y
pensamientos, porque sólo así, haréis del Hogar el sitio de más tranquilidad.
El Hogar mejor armonizado, el más equilibrado por la afinidad que han logrado
sus moradores.
Siendo entonces
el Hogar, el umbral del verdadero paraíso, en el cual penetran las almas
bienaventuradas, que han despertado el conocimiento de sí mismas.
Transformadles
en Templos de Paz.
Transformadles
en Templos del Amor Sublime, más no del amor concuspiscente.
Que sea el Amor
Espiritual. El Amor Filifraterno, el Amor que unifica a las almas en un confín
de luces y arpegios infinitos.
El Amor
Fraternal es el Amor más grande, y cuando los seres que viven bajo un mismo
techo se amen como hermanos. Cuando la madre sepa ver a su hija como un ser
gemelo que
posee el mismo Espíritu que ella. Cuando el padre aprenda a ver en su hijo, a
un hermano en el campo Espiritual, no existirán entonces los amores egoístas
que tanto perjudican a los hijos.
Solamente así,
dejará de ser ciego el amor de los padres, que no aceptan los errores de sus
hijos, porque los disculpan.
He aquí una
lección más, grabadla en vuestra mente, donde debe perpetuizarse, porque es la
herencia que reserváis a vuestros hijos.
La Paz Sea en Vosotros.