CAPÍTULO II - Primera Parte
NOCIONES ELEMENTALES
DEL ESPIRITISMO
Observaciones preliminares
1.- Es erróneo creer que basta, a
ciertos incrédulos, ver fenómenos extraordinarios para convencerse. Los que no
admiten la existencia del alma o del Espíritu en el hombre, no pueden admitirla
fuera de él, y negando la causa, niegan por consiguiente el efecto. Teniendo,
pues, casi siempre, ideas preconcebidas y adaptando la actitud de negar, lo
cual las separa de una observación seria e imparcial, hacen preguntas y
objeciones a las que es imposible contestar completamente en el primer momento,
porque sería preciso seguir, con cada persona, un curso y tomar las cosas desde
su principio. El estudio anticipado da, como consecuencia, respuesta a las
objeciones, cuya mayor parte están fundadas en la ignorancia de la causa de los
fenómenos y de las condiciones en que se producen.
2.- Los que no conocen el Espiritismo
piensan que los fenómenos espiritistas se producen como los experimentos de
física y química. De aquí la pretensión de someterlos a su voluntad y la
repugnancia a colocarse en las condiciones necesarias a la observación. No
admitiendo, en principio, la intervención de los espíritus o no conociendo por
lo menos ni su naturaleza ni su manera de obrar, producen como si operaran en
la materia bruta, y porque no obtienen lo que desean, concluyen que no existen
los espíritus.
Colocándonos en otro punto de vista,
comprenderemos que siendo los espíritus las almas de los hombres, después de
nuestra muerte seremos también espíritus, y que estaremos poco dispuestos a
servir de juguete para satisfacer los caprichos de los curiosos.
3.- Aunque ciertos fenómenos pueden ser
provocados, puesto que provienen de inteligencias libres, nunca están a la
absoluta disposición de nadie, y cualquiera que se jactase de obtenerlos a su
antojo probaría a su ignorancia o su mala fe. Es preciso esperarlos, recibirlos
al paso, y a menudo sucede que, cuando menos los esperamos, se presentan los
hechos más interesantes y concluyentes. El que quiere instruirse seriamente
debe, pues, armarse, en esto como en todo, de paciencia, de perseverancia y
hacer cuanto sea necesario, pues de otro modo más vale no ocuparse de ello.
4.- Las reuniones que se ocupan en
manifestaciones espiritistas no están siempre en buenas disposiciones para
obtener resultados satisfactorios, producir la convicción: hay algunas, preciso
es decirlo, de las que salen los incrédulos menos convencidos que no entraron,
objetando entonces a los que les hablan del carácter grave del Espiritismo, con
el relato de los acontecimientos, frecuentemente ridículos, de que han sido
testigos. Éstos no son más lógicos que aquel que juzgase de un arte por los
diseños de un principiante, de una persona por su caricatura o de una tragedia
por su parodia. El Espiritismo tiene también sus aprendices, y el que quiera
instruirse que no beba las enseñanzas de una sola fuente, ya que sólo por el
examen y la comparación puede dictaminarse un juicio.
5.- Las reuniones frívolas tienen un
grave inconveniente para los nocivos que a ellas asisten, y éste es el de
darles una falsa idea del carácter del Espiritismo. Los que han asistido a
reuniones de esta clase no saben tomar en serio una cosa que ven tratar con
ligereza por los mismos que se llaman adeptos. El estudio anticipado les enseña
a juzgar la trascendencia de lo que ven, y a saber distinguir lo bueno de lo
malo.
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6.- El mismo razonamiento es aplicable a
los que juzgan al Espiritismo por ciertas obras excéntricas que sólo pueden dar
una idea incompleta y ridícula. Tan responsable es el Espiritismo grave de las
faltas de los que lo comprenden mal o lo practican erróneamente, como la poesía
de los malos poetas. Es sensible, dicen, que dichas obras existan, porque son
nocivas a la verdadera ciencia. Indudablemente sería preferible que sólo las
hubiese buenas, pero la mayor parte de la culpa recae sobre los que no se
ocupan de analizarlo todo. También todas las artes, todas las ciencias, se
encuentran en el mismo caso. ¿No se ha escrito acerca de las cuestiones más
serias tratados absurdos y plagados de errores? ¿Por qué habría de ser el
Espiritismo el privilegio, sobre todo en su principio? Si los que lo critican
no lo juzgaran por las apariencias, conocerían lo que él rechaza, y no le
achararían lo que él repudia en nombre de la razón y de la experiencia.
De los espíritus
7.- Los espíritus no son, como se cree
vulgarmente, de creación distinta; son las almas de los que han vivido en la
Tierra o en otros mundos despojados de su envoltura corporal. El que admite la
existencia del alma superviviente al cuerpo, admite por lo tanto la de los
espíritus; negar a éstos equivale a negar aquélla.
8.- Vulgarmente nos formamos una idea
falsa de los espíritus; no son éstos, como creen algunos, seres vagos e
indefinidos, ni llamas como las de los fuegos fatuos, ni fantasmas como las de
los cuentos de aparecidos. Son seres semejantes a nosotros, que como nosotros,
tienen un cuerpo, pero fluídico e invisible en estado normal.
9.- Mientras el alma está unida al
cuerpo durante la vida, tiene una doble envoltura: pesada, grosera y
destructible la una, el cuerpo; la otra fluídica, ligera e indestructible, el
periespíritu.
10.- Tres cosas, pues, esenciales se
cuentan en el hombre:
1º.- El alma o Espíritu, principio
inteligente en quien residen el pensamiento, la voluntad y el sentido moral;
2º.- El cuerpo envoltura material, que pone al Espíritu en relación con el mundo
exterior;
3º.- El periespíritu, envoltura ligera imponderable y que sirve de lazo
intermediario entre el Espíritu y el cuerpo.
11.- Cuando la envoltura exterior está
gastada y no puede ya funcionar, fallece, y el Espíritu se despoja de ella,
como el fruto se despoja de la cáscara, el árbol de la corteza, la serpiente de
la piel, y para decirlo de una vez, como abandonamos un vestido inservible:
esto es a lo que llamamos muerte.
12.- La muerte no es más que la
destrucción de la envoltura material, que el alma abandona como abandona la
mariposa su crisálida, conservando, sin embargo, aquélla, su cuerpo fluídico o
periespíritu.
13.- La muerte del cuerpo libra al
Espíritu de la envoltura material que le adhería a la Tierra, haciéndole
sufrir; una vez desembarazado de esa carga, sólo le queda el cuerpo etéreo, que
le permite recorrer el espacio y franquear las distancias con la rapidez del
pensamiento.
14.- La unión del alma, del periespíritu
y del cuerpo material constituye el hombre; el alma y el periespíritu
separados del cuerpo constituyen el ser llamado espíritu.
Observaciones. El alma es de este modo
un ser simple, el Espíritu un ser doble y el hombre un ser triple. Sería, pues,
más exacto reservar la palabra alma para designar el principio inteligente, y
la palabra Espíritu para el ser semimaterial formado por aquella y el cuerpo fluídico.
Pero como no puede concebirse el principio inteligente desposeído,
completamente, de materia, ni periespíritu sin estar animado por el principio
inteligente, las palabras alma y Espíritu son, en el uso común, indistintamente
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empleadas, cometiéndose la figura que
consiste en tomar la parte por el todo, de la misma que se dice de una ciudad
que está poblada de tantas almas, de un pueblo que se compone de tantos
hogares; pero filosóficamente, es esencial distinguirlas.
15.- los Espíritus, revestidos de cuerpo
material, constituyen la Humanidad o mundo corporal visible. Despojados de ese
cuerpo, constituyen el mundo espiritual o invisible que puebla el espacio y en
medio del cual vivimos sin sospecharlo, como vivimos en medio del mundo de los
infinitamente pequeños que no sospechábamos antes de la invención del
microscopio.
16.- Los espíritus no son, pues, seres
abstractos, vagos e indefinidos, sino concretos y circunscritos; a los cuales,
para parecerse a los humanos, sólo les falta ser visible, de donde se sigue
que, si en un momento dado pudiera levantarse el velo que los oculta a nuestra
vista, formarían una verdadera población en torno de nosotros.
17.- Los espíritus poseen todas las
perfecciones que tenían en la Tierra, pero más expeditas; porque sus facultades
no están contrariadas por la materia, experimentan sensaciones que nos son
desconocidas; ven y oyen cosas que nuestros limitados sentidos no nos permiten
oír ni ver. Para ellos no hay oscuridad, salvo para aquellos cuyo castigo consiste
en vivir temporalmente en tinieblas. Todos nuestros pensamientos repercuten en
ellos, y en ellos leen como en un libro abierto; de modo que lo que podemos
ocultar a alguien mientras vive, no lo podemos en estado de Espíritu. (El Libro
de los Espíritu, núm. 237.)
18.- Los espíritus se encuentran en
todas partes: están entre nosotros, a nuestro lado, se codean con nosotros y
nos observan sin cesar. Por su continua presencia entre nosotros, los espíritus
son agentes de diversos fenómenos; desempeñando un papel importante en el mundo
moral, y hasta cierto punto en el físico, constituyendo así una de las
potencias de la Naturaleza.
19.- Desde el momento que se admite la
supervivencia del alma o del Espíritu, es racional admitir la de los afectos,
sin la cual las almas de nuestros parientes y amigos nos serían arrebatados
para siempre.
Puesto que los espíritus pueden ir a
todas partes, es igualmente racional admitir que, los que nos han amado durante
su vida terrestre, nos aman después de la muerte, que viven junto a nosotros,
que con nosotros desean comunicarse, y que para conseguirlo se valen de los
medios que están a su disposición; esto es lo que confirma la experiencia.
La experiencia prueba, en efecto, que
los espíritus conservan los afectos formales que tenían en la Tierra, que se
complacen estando al lado de los que han amado, sobre todo cuando son atraídos
por el pensamiento y por los sentimientos afectuosos que se les conservan,
mientras que son indiferentes con los que también lo son con ellos.
20.- El Espiritismo tienen por objeto la
comprobación y estudio de la manifestación de los espíritus, de sus facultades,
de su situación feliz o desgraciada y de su porvenir: en una palabra, el
conocimiento del mundo espiritual. Comprobadas esas manifestaciones, dando por
resultado la prueba irrecusable de la existencia del alma, de su supervivencia
al cuerpo, de su individualidad después de la muerte, es decir, de la vida
futura, siendo por lo mismo la negación de las doctrinas materialistas, no por
razonamientos, sino por hechos.
21.- Idea bastante generalizada entre
las personas que no conocen el Espiritismo es la de creer que los espíritus,
por el mero hecho de estar despojados de la materia, deben saberlo todo y
poseer la suprema sabiduría. Este es un grave error.
No siendo los espíritus más que las
almas de los hombres, éstas no adquieren la perfección por desprenderse de su
envoltura terrestre. Sólo con el tiempo se realiza el progreso de los
espíritus, y sólo desprendiéndose sucesivamente de sus imperfecciones
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adquieren los conocimientos que les
faltan. Tan ilógico sería admitir que el espíritu de un salvaje o criminal se
convierta de repente en sabio y virtuoso, como contrario a la justicia de Dios
el creer que permanecerá perpetuamente en su inferioridad.
De la misma manera que existen hombres
de distintos grados de saber y de ignorancia, de bondad y de perversidad,
también hay espíritus. Los hay que se contentan con ser ligeros o traviesos,
otros mentirosos, engañadores, hipócritas, perversos, vengativos; mientras
otros, por el contrario, poseen las virtudes más sublimes y un grado de saber
desconocido en la Tierra. Esta diversidad de calidad de los espíritus es uno de
los puntos más dignos de consideración; porque explica la buena o mala
naturaleza de las comunicaciones recibidas. En establecer esta distinción
debemos especialmente empeñarnos. El Libro de los espíritus, núm. 100, “Escala
espiritista”; El Libro de los Médiums, cap. 24.)
Comunicación con el mundo
invisible
22.- Admitidas la existencia, la
supervivencia y la individualidad del alma, el Espiritismo se reduce a esta
cuestión principal: ¿Son posibles las comunicaciones entre las almas y los
vivientes? Esta posibilidad resulta de la experiencia. Establecidas, como
hechos, las relaciones entre el mundo visible e invisible, conocidas la
naturaleza, la causa y la manera de dichas relaciones, tenemos un nuevo campo
abierto a la observación y la clave de una multitud de problemas, al mismo
tiempo que un poderoso elemento moralizador resultante de la desaparición de la
duda respecto del porvenir.
23.- Lo que engendra la duda en el
pensamiento de muchas personas sobre la posibilidad de las comunicaciones de
ultratumba es la idea falsa que se forman del estado del alma después de la
muerte. Se la imaginan, generalmente, como un soplo, a manera de humo, como
algo vago, apenas apreciable al pensamiento, que se evapora y se va no se sabe
a dónde, pero tan lejos, que cuesta trabajo comprender que pueda volver a la
Tierra. Si, por el contrario, se la considera como un cuerpo fluídico,
semimaterial, con el que se forman un ser concreto, individual, nada tienen de
incompatible con la razón sus relaciones con los vivos.
24.- Viviendo el mundo visible en medio
del invisible, con el cual está en perpetuo contacto, resulta que el uno
reacciona incesantemente sobre el otro; que desde que hay hombres hay
espíritus, y que sí éstos tienen poder de manifestarse, han debido hacerlo en
todas las épocas y en todos los pueblos. En estos últimos tiempos, sin embargo,
las manifestaciones de los espíritus han adquirido un gran desenvolvimiento y
un carácter de evidente autenticidad, porque entraba en las miras de la
Providencia el concluir con la plaga de la incredulidad y del materialismo por
medios de pruebas evidentes, permitiendo a los que han dejado la Tierra que
viniesen a dar testimonio de su existencia y a revelarnos su situación feliz o
desgraciada.
25.- Las relaciones entre el mundo
visible y el invisible pueden ser ocultas o manifiestas o provocadas.
Los espíritus obran sobre los hombres,
de una manera oculta, por los pensamientos que les sugieren y por ciertas
influencias, y de una manera manifiesta, por efectos apreciables a los
sentidos.
Las manifestaciones espontáneas tienen
lugar impensadamente y de improviso; se producen frecuentemente en las personas
más extrañas a las ideas espiritistas, y que, por la misma razón, no sabiendo
explicárselas, las atribuyen a acusas sobrenaturales. Las
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que son provocadas tienen lugar por la
mediación de ciertas personas, dotadas, a este efecto, de facultades
especiales, y que se designan con el nombre de médiums.
26.- Los espíritus pueden manifestarse
de muy diferentes maneras: por la vista, por la audición, por el tacto, por
ruidos, por el movimiento de los cuerpos, por la escritura, por el dibujo, por
la música, etc.
27.- Los espíritus se manifiestan a
veces espontáneamente por ruidos y dando golpes; para ellos, éstos son, a
menudo, medios de atestiguar su presencia y llamar la atención, absolutamente
como una persona hace ruido para avisarnos de su llegada. Existen espíritus que
no se limitan a ruidos moderados, sino que llegan a producir un estrépito
semejante al de la vajilla cuando se rompe, al de las puertas que golpean, o al
de los muebles que derribamos; algunos causan hasta una perturbación real y
verdaderos descalabros.
28.- Aunque invisible para nosotros en
estado normal, el periespíritu no es una materia etérea. El Espíritu puede en
ciertos casos hacerle experimentar una especie de modificación molecular, que
le hace visible y hasta tangible, y así es como se producen las apariciones.
Este fenómeno no es más extraordinario que el del vapor, que es invisible
cuando está muy rarificado, y que se hace visible cuando está condensado.
Los espíritus que se hacen visibles se
presentan casi siempre con las apariencias que tenían cuando vivos y que pueden
hacerlos reconocer.
29.- La visión permanente y general de
los espíritus es muy rara, pero las apariciones aisladas son bastante
frecuentes, sobre todo en el momento de la muerte. El Espíritu libre parece que
se da prisa en volver a ver a sus parientes y amigos, como para advertirles que
acaba de dejar la Tierra y decirles que es inmortal. Seleccione cada uno de sus
recuerdos, y se verá cuántos hechos auténticos de este género, que no sabíamos
explicarnos, han tenido lugar, por la noche durante el sueño, así como también
en pleno día y en completo estado de vela. En otro tiempo se miraban estos
hechos como sobrenaturales y maravillosos y se los atribuía a la magia y a la
brujería. Actualmente los incrédulos lo atribuyen a la imaginación; pero desde
que la ciencia espiritista ha dado la clave de los mismos, sabemos cómo se
producen y que no salen del orden de los fenómenos naturales.
30.- Con ayuda de su periespíritu obra
el Espíritu sobre su cuerpo físico, también con el auxilio del mismo fluido se
manifiesta obrando sobre la materia inerte, produce los ruidos, los movimientos
de las mesas, y de los otros objetos que levantan, derriba o transporta. Nada
tiene de sorprendente este fenómeno, si se considera que entre las fuentes más
poderosas se encuentran en los fluidos más rarificados y hasta imponderables,
como el aire, el vapor y la electricidad.
Igualmente con ayuda de su
periespíritu, el Espíritu hace escribir, hablar o dibujar a los médiums. No
teniendo cuerpo tangible para obrar ostensiblemente cuando quiere manifestarse,
se sirve del cuerpo del médium, apoderándose de sus órganos, que hace obrar
como si fueran los de su cuerpo, por medio del efluvio fluídico que sobre ellos
derrama.
por el mismo medio obra el Espíritu
sobre la mesa, en el fenómeno designado con el nombre de mesas movibles o mesas
parlantes, sea para hacerle mover sin significación determinada, sea para
hacerla dar golpes inteligentes, indicadores de las letras del alfabeto, para
formar palabras y frases, fenómeno designado con el nombre de tiptología. En
este caso la mesa no es más que un instrumento del que se sirve, como el lápiz
para escribir; le da una vitalidad momentánea por el fluido con que la penetra,
pero no se identifica con ella. Las personas que, conmovidas al ver que se
manifiestan un ser
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que les es querido, abrazan la mesa, se
ponen en ridículo, porque es lo mismo, absolutamente, que si abrazan el bastón
de que se sirve un amigo para dar golpes. Otro tanto decimos de los que dirigen
la palabra a la mesa, como si el Espíritu estuviese encerrado en la madera o
como si ésta se hubiese trocado en Espíritu.
Cuando la mesa se separa del suelo y se
columpia en el espacio sin punto de apoyo, no la levanta el Espíritu a fuerza
de brazos, sino que la envuelve en una especie de atmósfera fluídica que
neutraliza el efecto de la gravitación, como el aire lo hace en los globos y
cometas. El fluido de que se halla penetrada le da momentáneamente mayor
ligereza específica. Cuando permanece como clavada en el suelo, se encuentra en
un caso análogo al de la campana neumática después de hecho el vacío. Estas no
pasan de ser comparaciones para demostrar la analogía de los efectos, pero no
la similitud absoluta de las causas.
Cuando la mesa persigue a alguien, no
es el Espíritu quien corre, pues puede permanecer sin moverse en el mismo
lugar, sino que la impulsa por medio de una corriente fluídica, con cuyo
auxilio la hace mover a su antojo.
Cuando oímos golpes en la mesa o en
otra parte, no golpea el Espíritu ni con la mano, ni con objeto alguno, sino
que dirige hacia el punto de donde parte el ruido un chorro de fluido que
produce el efecto de un choque eléctrico. El Espíritu modifica el ruido como
pueden alterarse los sonidos producidos por medio del aire.
Se comprende por esto que para el
Espíritu no es más difícil levantar una persona que una mesa, transportar un
objeto de uno a otro lugar que lanzarlo hacia alguna parte, fenómenos que se
producen por la misma ley.
32.- Se puede ver por las pocas palabras
que producen, que las manifestaciones espiritistas, cualquiera que sea su
naturaleza, no tienen nada de sobrenatural y de maravilloso. Son fenómenos que
se producen en virtud de la ley que rige las relaciones del mundo visible y del
mundo invisible, ley tan natural como la electricidad, de la gravitación, etc.
El Espiritismo es la ciencia que nos da a conocer esta ley, como la mecánica la
del movimiento y la óptica de la luz. Estando en la Naturaleza las
manifestaciones espiritistas, se han producido en todos los tiempos. Conocida
la ley que las rige, nos explica una multitud de problemas considerados
irresolubles, y es la clave de una multitud de fenómenos explotados y
amplificados por la superstición.
33.- Completamente desvanecido lo
maravilloso, estos fenómenos nada tienen que repugne a la razón, pues vienen a
situarse junto a otros fenómenos naturales. En tiempos de ignorancia, todos los
efectos cuya causa no se conocía se consideraban sobrenaturales. Los
descubrimientos de la ciencia han restringido sucesivamente el círculo de lo
maravilloso, y el conocimiento de esta nueva ley viene a anonadarlo. Los que
causan, pues, al Espiritismo de resucitar lo maravilloso, prueban por esa misma
acusación que hablan de una cosa que no conocen.
34.- Las manifestaciones de los
espíritus son de dos naturalezas: efectos físicos y comunicaciones
inteligentes. Los primeros son fenómenos materiales y ostensibles, tales como
movimientos, ruidos, traslaciones de objetos, etc.; las otras consisten en el
cambio regular de pensamientos por medio de signos, de la palabra, y
principalmente por medio de la escritura.
35.- Las comunicaciones que se reciben
de los espíritus pueden ser buenas o malas, exactas o falsas, profundas o
ligeras, según la naturaleza de los espíritus que se manifiestan. Los que
demuestran cordura y sabiduría son espíritus adelantados que han progresado;
los que demuestran ignorancia y malas cualidades, son espíritus atrasados aún,
pero que progresarán con el tiempo.
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Los espíritus no pueden responder más
que sobre lo que saben, según su adelanto, y además sobre lo que les es
permitido decir, porque hay cosas que no pueden revelar, pues no es dado aún a
los hombres conocerlo todo.
36.- De la diversidad de cualidades y
aptitudes de los espíritus resulta que no basta dirigirse a un Espíritu
cualquiera para obtener una respuesta exacta a cualquier pregunta; porque,
sobre muchas cosas, sólo les es lícito dar su opinión personal, que puede ser
exacta o falsa. Si es prudente, confesará su ignorancia acerca de lo que no se
sabe; si es ligero o mentiroso, responderá sobre todo sin preocuparse de la
verdad, y si es orgulloso dará su idea como una verdad absoluta. Por esto dice
San Juan Evangelista: No creáis a todo Espíritu, sino probad si los espíritus
son de Dios. La experiencia prueba la sabiduría de este consejo. Habría, pues,
imprudencia y ligereza en aceptar sin comprobación todo lo que viene de los
espíritus. Por esto es esencial el estar instruido sobre la naturaleza de
aquellos con quienes comunicamos: (El Libro de los Médiums, núm. 267.)
37.- Se conoce la calidad de los
espíritus por su lenguaje. El de los verdaderamente buenos y superiores es
siempre digno, noble, lógico y exento de contradicción; respira sabiduría,
benevolencia, modestia y la más pura moral, es conciso y no tiene palabras
inútiles. En los espíritus inferiores, ignorantes u orgullosos, la vaciedad de
las ideas está casi siempre compensada por la abundancia de palabras. Todo
pensamiento evidentemente falso, toda máxima contraria a la sana moral, todo
consejo ridículo, toda expresión grosera, trivial o simplemente frívola, toda
señal, en fin, de malevolencia, de presunción o de arrogancia, son signos
incontestables de la inferioridad del Espíritu.
38.- Los espíritus inferiores son más o
menos ignorantes. Su horizonte moral es limitado, su perspicacia restringida. A
menudo no tienen más que una idea falsa e incompleta de las cosas; por otra
parte, están aún bajo el dominio de las preocupaciones terrestres, que toman a
veces como verdades y por eso son incapaces de resolver ciertas cuestiones.
Pueden inducirnos en error, voluntaria o involuntariamente, sobre lo que ellos
mismos no comprenden.
39.- No por esto son esencialmente malos
todos los espíritus inferiores; los hay que sólo son ignorantes y ligeros;
otros son chistosos, ingeniosos, festivos y que saben emplear las chanzas
delicadas e incisivas. Al lado de éstos se encuentran, tanto en el mundo de los
espíritus como en la Tierra, todos los géneros de perversidad y todos los
grados de superioridad intelectual y moral.
40.- Los espíritus superiores sólo se
ocupan de comunicaciones con objeto de instruirnos; las manifestaciones físicas
puramente materiales son en especial de las atribuciones de los espíritus
inferiores vulgarmente designados con el nombre de espíritus golpeadores, como
entre nosotros los ejercicios de fuerza corren a cargo de los saltimbanquis y
no de los sabios.
41.- Las comunicaciones con los
espíritus deben hacerse siempre con calma y recogimiento. Jamás debe perderse
de vista que los espíritus son las almas de los hombres y que es inconveniente
convertirlas en juguete y objeto de pasatiempo. Si se guarda respeto a los
restos mortales, más se debe guardar aún al Espíritu. Las reuniones frívolas y
ligeras faltan, pues, a un deber, y los que forman parte de ellas deberían
pensar que de un momento a otro pueden entrar en el mundo de los espíritus y
que no les sería placentero verse tratados con tan poca diferencia.
42.- Otro punto igualmente esencial que
debe considerarse es que los espíritus son libres, se comunican cuando quieren,
con quien les conviene y también cuando
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pueden, porque tienen sus ocupaciones.
No están a la orden y al capricho de cualquiera, y no es dable a nadie el
hacerlos venir a pesar suyo, ni decir lo que quieren callar, de modo que nadie
puede afirmar que un Espíritu acudirá en un momento determinado a su
llamamiento, o responderá a tal o cual pregunta. Decir lo contrario, es
demostrar absoluta ignorancia de los principios más elementales del
Espiritismo; sólo el charlatanismo tiene adivinaciones infalibles.
43.- Los espíritus son atraídos por la
simpatía, la semejanza de gustos y caracteres y por la intención que hace
desear su presencia. Como un sabio de la Tierra no concurriría a una reunión de
jóvenes atolondrados, tampoco concurren los espíritus superiores a las
reuniones fútiles. El simple sentido común dice que no puede suceder de otro
modo, o si van a veces es para dar un buen consejo, para combatir los vicios o
para procurar atraer al buen camino; si no son oídos, se retiran. Sería tener
una idea completamente falsa el creer que los espíritus serio pueden
complacerse en responder a futilidades, a preguntas ociosas, que no prueban ni
simpatía ni respeto hacia ellos, ni deseo real de instruirse, y menos aún que
puedan venir a ponerse de manifiesto para recreo de los curiosos. No lo
hubiesen hecho durante la vida, y tampoco quieren hacerlo después de su muerte.
44.- La frivolidad de las reuniones da
por el resultado el atraer a los espíritus ligeros, que buscan otra cosa que
ocasiones de engañar y mistificar. Por la misma razón que los hombres graves y
serios no van a las asambleas ligeras, los espíritus serios no van más que a
las reuniones serias, cuyo objeto es la instrucción y no la curiosidad. En
estas reuniones es donde se complacen los espíritus superiores en ofrecer su
enseñanza.
45.- De lo que precede resulta que toda
reunión espiritista, para ser provechosa, debe, como primera condición, ser
seria y formal, que todo en ella debe hacerse respetuosa, religiosamente y con
dignidad, si quiere obtenerse el concurso habitual de los buenos espíritus. No
debe olvidarse que si esos mismos espíritus se hubiesen presentado allí durante
su vida, se hubieran tenido con ellos miramientos a que tienen más derecho
después de su muerte.
46.- En vano se alega la utilidad de
ciertos experimentos curiosos, frívolos y recreativos para convencer a los
incrédulos; por este medio se llega a un resultado opuesto completamente. El
incrédulo, dado ya a burlarse de las creencias más sagradas, no puede
considerar formal aquello de que se hace un recreo, no puede inclinarse a
respetar lo que no se le presenta de una manera respetable, y así recibe
siempre una mala impresión de las reuniones fútiles y ligeras; de aquellas en
que no hay ni orden, ni gravedad, ni recogimiento. Lo que en especial puede
convencerle es la prueba de la presencia de seres cuya memoria le es grata; al
oír sus palabras graves y solemnes, y sus revelaciones íntimas, es cuando se le
ve conmoverse y palidecer. Pero por lo mismo que tiene más respeto, veneración
y simpatía hacia la persona cuya alma se le presenta, le choca y se escandaliza
al verla concurrir a una asamblea irrespetuosa, en medio de mesas que danzan y
de las burlas de los espíritus ligeros. Por incrédulo que sea, su conciencia
rechaza esa alianza de lo serio y lo frívolo, de lo religioso y de lo profano,
y por eso la califica de fraudulenta, y a menudo sale menos convencido de lo
que había entrado.
Las reuniones de esta naturaleza
siempre hacen más mal que bien, porque alejan de la doctrina más personas que
no atraen, sin contar que ofrecen campo a la crítica de los detractores que
encuentran en ellas fundados motivos de burla.
47.- Sin razón se convierten en juguete
las manifestaciones físicas. Si no tiene la importancia filosófica, tiene su
utilidad desde el punto de vista de los fenómenos, porque son el alfabeto de la
ciencia, cuya clave han dado. Aunque menos necesarias, en la
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actualidad favorecen aún la convicción
de ciertas personas. Pero en modo alguno excluyen el orden y la compostura en
las reuniones en donde se las estudia; si siempre fuesen practicadas de una
manera conveniente, convencerían más fácilmente y producirían bajo todos los
aspectos resultados más favorables.
48.- Ciertas personas se forman una idea
muy falsa de las evocaciones, y las hay que creen que consisten en hacer venir
a los muertos con el lúgubre aparato de la tumba. Lo poco que acabamos de decir
sobre este particular debe disipar semejante error. Sólo en la novelas, en los
cuentos fantásticos de aparecidos y en el teatro se ve a los muertos
descarnados salir de sus sepulcros, cargados de sudarios y haciendo crujir sus
huesos. El Espiritismo, que nunca ha hecho milagros, tampoco ha hecho éste, y
jamás ha pretendido que reviviese un cuerpo muerto. Cuando éste está en la fosa
está definitivamente; pero el ser espiritual fluídico, inteligente, no ha sido
sepultado con su grosera envoltura. Se ha separado de la misma en el momento de
la muerte, y operada la separación, nada tiene de común con aquélla.
49.- La crítica malévola se ha
complacido en representar las comunicaciones espiritistas rodeadas de las
prácticas ridículas y supersticiones de la magia y de la nigromancia. Si los
que hablan de Espiritismo sin conocerlo se hubiesen ocupado en profundizar
sobre el tema en cuestión, se hubieran economizado gastos de imaginación o
alegaciones que no sirven más que para probar su ignorancia y su mala voluntad.
Para edificación de las personas extrañas a la ciencia, diremos que para
comunicar con los espíritus no hay ni días, ni horas, ni lugares más propicios
los unos que los otros; que para evocarlos no son necesarias fórmulas sacramentales
o cabalísticas, que no son precisas preparación ni iniciación alguna, que el
empleo de todo objeto material, ya para atraerlos, ya para rechazarlos, no
produce resultado, que basta el pensamiento, y en fin, que los médiums reciben
sus comunicaciones tan simples y naturalmente como si fuesen dictadas por una
persona viva y sin salir del estado normal. Sólo el charlatanismo puede afectar
maneras excéntricas y añadir accesorios ridículos.
El llamamiento de los espíritus se hace
en nombre de Dios, con respeto y recogimiento. Esto es lo único que recomienda
a las personas formales, que quieren establecer relaciones con espíritus
serios.
Fin providencial de las
manifestaciones espiritistas
50.- El fin providencial de las
manifestaciones es el de convencer a los incrédulos, de que todo no acaba para
el hombre con la vida terrestre, y el de dar a los creyentes ideas más exactas
sobre el porvenir. Los buenos espíritus vienen a instruirnos para nuestro
mejoramiento y adelanto, y no para revelarnos lo que aún no debemos saber o lo
que debemos aprender mediante nuestro trabajo. Si bastase interrogar a los
espíritus para obtener solución a todas las dificultades científicas, o para
hacer descubrimientos o inventos lucrativos, todo ignorante podría hacerse
sabio fácilmente y todo perezoso enriquecerse sin trabajo, y esto es lo que
Dios no quiere. Los espíritus ayudan al hombre de genio por medio de
inspiración oculta, pero no le exime del trabajo y de las investigaciones a fin
de no privarle del mérito.
51.- Sería tener una idea muy falsa de
los espíritus el ver en ellos auxiliares de los pronosticadores de la buena
ventura; los espíritus serio se niegan a ocuparse en cosas fútiles; los
espíritus ligeros y burlones se ocupan de todo, a todo responden y predicen
todo lo que se quiere, sin inquietarse por la verdad, y dándose el censurable
placer de mistificar a las personas demasiado crédulas. Por esto es esencial
fijarse perfectamente en
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la naturaleza de las preguntas que
pueden dirigirse a los espíritus. (El Libro de los Médiums, núm. 286,
“Preguntas que pueden dirigirse a los espíritus”.)
52.- Fuera de lo que pueda ayudar al
progreso moral, sólo incertidumbre se encuentra en las revelaciones que de los
espíritus pueden obtenerse. La primera consecuencia desagradable para el que
aparta su facultad del objeto providencial, es la de ser mistificado por los
espíritus mentirosos que pululan alrededor de los hombres; la segunda, la de
caer bajo el imperio de esos mismos espíritus que pueden, con pérfidos
consejos, conducir a desgracias reales y materiales en la Tierra; tercera, la
de perder, después de la vida terrestre, el fruto del conocimiento del
Espiritismo.
53.- Las manifestaciones no están
destinadas a secundar los intereses materiales. Su utilidad está en las
consecuencias morales resultado que el de dar a conocer una nueva ley de la
Naturaleza y el de demostrar materialmente la existencia del alma y su
inmortalidad, sería ya mucho, porque constituiría un nuevo y ancho campo
abierto a la filosofía.
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