miércoles, 30 de enero de 2013

11 - Mundo Espírita - Capítulo 4

Pluralidad de Existencias...

El Libro de los Espíritus - Allan Kardec

1.- De la reencarnación.

Pregunta 166. ¿Cómo puede acabar de depurarse el alma que no ha alcanzado la perfección durante la vida corporal?.

Respuesta. - Sufriendo la prueba de una nueva existencia.

Pregunta 166 a. ¿De qué manera realiza el alma esta nueva existencia?. ¿Por su transformación como Espíritu?.

Respuesta. - Al depurarse, el alma experimenta sin duda una transformación, pero para ello necesita la prueba de la vida corporal.

10 - Mundo Espírita - Capítulo 3

CAPTÍULO III
RETORNO DE LA VIDA CORPÓREA A LA VIDA ESPIRITUAL
I.- El alma después de la muerte
149. ¿En qué se transforma el alma en el instante de la muerte? - Vuelve a ser Espíritu, vale decir, reingresa al Mundo de los
Espíritus, que temporariamente había dejado.
150. ¿Conserva el alma su individualidad después de la muerte? - Sí, jamás la pierde. ¿Qué sería si no la conservara?
150 a. ¿Cómo comprueba el alma su individualidad, puesto que ya no tiene cuerpo material?
- Posee todavía un fluido que le es propio, que toma de la atmósfera de su planeta y que tiene la apariencia de su última encarnación: su periespíritu.
150 b. ¿No se lleva el alma nada de este mundo? - Sólo el recuerdo, y el deseo de ir a un mundo mejor. Aquel
recuerdo está pleno de dulzura o de amargura, según sea el empleo que haya hecho de la vida. Cuanto más pura es, mejor comprende la futilidad de lo que en la Tierra ha dejado.
151. ¿Qué pensar de la opinión de que, después de la muerte, el alma vuelve a entrar en el todo universal?
- ¿Acaso el conjunto de los Espíritus no constituye un todo? ¿No son todo un mundo? Cuando te encuentras en una asamblea formas parte integrante de ella, y sin embargo sigues teniendo tu individualidad.
152. ¿Qué prueba podemos obtener acerca de la individualidad del alma después de la muerte?
- ¿No tenéis esa prueba mediante las comunicaciones que lográis? Si no sois ciegos, veréis, y si no sois sordos, oiréis, porque con sobrada frecuencia os habla una voz que os revela la existencia de un Ser que está fuera de vosotros.
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Los que piensan que con la muerte del cuerpo el alma reingresa al todo universal están equivocados si con esto entienden que, a la manera de una gota de agua que cae al mar, aquélla pierde su individualidad. Pero se hallan en lo cierto si entienden por el todo universal al conjunto de los Seres incorpóre- os del que cada alma o Espíritu es un elemento.
Si las almas se confundieran con la masa no tendrían sino cualidades del conjunto y nada las distinguiría a unas de otras. No poseerían inteligencia ni cualidades propias, en tanto que, en todas las comunicaciones mediúmnicas, denotan la conciencia del yo y una voluntad distinta. La infinita diversidad que presentan, desde todos los puntos de vista, es consecuencia misma de las individualidades. Si después de la muerte sólo hubiera lo que se llama Gran Todo, absorbiendo a la totalidad de las indivi- dualidades, ese Todo sería uniforme y, por tanto, cuantas comunicaciones se recibieron del Mundo Invisible resultarían idénticas. Puesto que encontramos en ellas Seres buenos y malos, sabios e ignorantes, venturosos y desdichados; que los hay de todos los caracteres: alegres y tristes, frívolos y profundos, etcétera, salta a la vista que se trata de Seres diferentes. La individualidad se torna más ostensible todavía cuando dichos Seres prueban su identidad por medio de indicios indiscutibles, detalles personales relativos a su vida terrena y que se pueden verificar. Y ya no es posible la duda cuando se manifiestan ellos a la vista, durante las apariciones. La individualidad del alma se nos enseñaba, en teoría, como un artículo de fe, pero el Espiritismo la hace evidente y, en cierto modo, material. 41
153. ¿En qué sentido se debe entender la vida eterna? - Es la vida del Espíritu, el cual es eterno. La del cuerpo, en cambio, es transitoria, pasajera. Cuando el cuerpo muere, el alma
regresa a la vida eterna.
153 a. ¿No sería más exacto denominar vida eterna a la de los Espíritus puros, aquellos que, habiendo alcanzado la suma perfección, no han de sufrir más pruebas?
41 Las teorías psicológicas, metapsíquicas, parapsicológicas y demás, referentes a las apariciones, son hipótesis personales y parciales que no comprenden a la totalidad de los hechos, lo que es suficiente para probar su fragilidad e insustentabilidad científica. [N. de J. H. Pires.]
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- Esa es más bien la dicha eterna. Pero se trata de una cuestión de palabras. Llamad a las cosas como mejor os plazca, con tal que os entendáis.
II.- Separación del alma del cuerpo
154. ¿Es dolorosa la separación del alma del cuerpo? - No. El cuerpo muchas veces sufre más en el transcurso de la vida que en los instantes de la muerte. El alma ya no participa ni siente en tales momentos. Los sufrimientos, que en ocasiones se experimentan durante el proceso de la muerte, son un goce para el
Espíritu, el cual ve llegar el término de su exilio.
En la muerte natural, la que sobreviene por agotamiento de los órganos como consecuencia de la edad, el hombre deja la vida sin caer en la cuenta de ello. Es una lámpara que se apaga por falta de combustible.
155. ¿Cómo se opera la separación del alma y el cuerpo? - Habiéndose roto los vínculos que la retenían, ella se
desprende.
155 a. La separación ¿se lleva a efecto de manera instantánea, por una transición brusca? Entre la vida y la muerte ¿hay una línea de demarcación netamente trazada?
- No. El alma se desprende en forma gradual, no escapa como un pájaro cautivo que ha sido devuelto súbitamente a la libertad. Los dos estados se tocan, confundiéndose. Así, el Espíritu se desprende poco a poco de sus ataduras: éstas se sueltan, no se quiebran.
Durante la vida el Espíritu se halla ligado al cuerpo por su envoltura semimaterial, o periespíritu. La muerte destruye sólo al cuerpo y no a esa segunda envoltura, la cual se separa del cuerpo cuando cesa en éste la vida orgánica. La observación ha probado que en el proceso de la muerte el desprendimiento del periespíritu no se opera súbitamente por completo. Sólo se realiza en forma gradual y en un plazo muy variable, según los individuos. En algunos es bastante rápido, y se puede afirmar que tal proceso de liberación, se cumple en unas pocas horas. Pero en otros –sobre todo en aquellos cuya vida ha sido enteramente material y sensual- el desprendimiento es mucho menos rápido y en ocasiones se prolonga por días, semanas y
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hasta meses, lo que no implica que haya en el cuerpo la menor vitalidad ni la posibilidad de un retorno a la vida, sino que persiste una simple afinidad entre el cuerpo y el Espíritu, afinidad que siempre se halla en relación con la preponderancia que el Espíritu dio a la materia en el transcurso de la vida. En efecto, es razonable pensar que cuanto más se haya identificado el Espíritu con la materia tanto más laborioso le será el separarse de ella, mientras que la actividad intelectiva y moral y la elevación de pensamientos operan un principio de despren- dimiento, incluso durante la vida del cuerpo, y cuando llega la muerte, la separación es rápida. Este es el resultado de los estudios hechos sobre todos los individuos observados en el momento de la muerte. Esas observaciones prueban, inclusive, que la afinidad que en algunas personas subsiste entre el alma y el cuerpo es a veces sobremanera penosa, por cuanto el Espíritu puede sentir el horror de la descomposición de la materia. Este caso es excepcional y propio de ciertos géneros de vida y de algunos tipos de muerte. Se presenta en ciertos suicidas.
156. La separación definitiva del alma y del cuerpo ¿puede tener lugar antes de haber cesado por completo la vida orgánica?
- Durante la agonía, en ocasiones el alma ha abandonado al cuerpo. Sólo queda entonces la vida orgánica. El hombre no tiene ya conciencia de sí mismo, y no obstante le resta aún un soplo de vida. El cuerpo constituye una máquina movida por el corazón, y existe en tanto el corazón hace circular sangre por las venas, no necesitando al alma para ello.
157. En el proceso de la muerte ¿tiene a veces el alma una visión o éxtasis que le hace entrever el mundo al que va a reingresar?
- A menudo siente el alma quebrarse los lazos que la ligan al cuerpo. Realiza entonces todos los esfuerzos para romperlos por entero. Ya desprendida en parte de la materia, ve desarrollarse el porvenir ante ella y goza de antemano el estado de Espíritu.
158. El ejemplo de la oruga, que primero se arrastra por la tierra y después se enclaustra en su crisálida, en estado de muerte aparente, para renacer con una brillante existencia, ¿puede darnos una idea de la vida terrenal, luego la tumba y por última nuestro nueva existencia?
- Una idea aproximada. La comparación es buena, pero no habría que tomarla al pie de la letra, como con frecuencia hacéis.
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159. ¿Qué sensación experimenta el alma en el instante en que vuelve en sí en el Mundo de los Espíritus?
- Ello depende. Si practicaste el mal con el deseo de realizarlo, te sientes en el primer momento muy avergonzado de haberlo hecho. Pero es muy diferente para el justo: el alma del justo está como aliviada de un gran peso, porque no teme ninguna mirada escrutadora.
160. ¿Vuelve el Espíritu a encontrar de inmediato a aquellos que conoció en la Tierra y que murieron antes que él?
- Sí, según el afecto que por ellos sentía y el que le profesaban a él. A menudo acuden a recibirlo al retornar al Mundo de los Espíritus y le ayudan a desprenderse de las envolturas de la materia. Además, vuelve a encontrar a muchos que había perdido de vista durante su estancia en la Tierra. Ve a los que están errantes y va a visitar a los que se hallan encarnados.
161. En la muerte violenta o accidental, cuando los órganos todavía no han sido debilitados por la edad o las enfermedades, la separación del alma y el cese de la vida ¿tienen lugar de manera simultánea?
- Por lo general ocurre así, pero en todos los casos el lapso que los separa es muy breve.
162. Después de la decapitación, por ejemplo, ¿conserva el hombre durante algunos momentos la conciencia de sí mismo?
- Muchas veces la conserva por algunos minutos, hasta que la vida orgánica se haya extinguido por completo. Pero, con frecuencia también, la aprensión de la muerte le ha hecho perder esa conciencia antes del instante del suplicio.
Se trata aquí de la conciencia que el condenado puede tener de sí mismo, como hombre y por intermedio de los órganos, y no en cuanto Espíritu. Si no perdió esa conciencia antes del suplicio, puede, pues, conservarla unos pocos instantes, pero que son muy breves, y la conciencia cesa, por fuerza, con la vida orgánica del cerebro, lo que no implica por ello que el periespíritu se haya desprendido por completo del cuerpo. Antes al contrario, en todos los casos de muerte violenta, cuando ésta no es producida por la extinción gradual de las energías vitales, los lazos que unen al cuerpo con el periespíritu son más tenaces y el desprendimiento completo se opera con mayor lentitud.
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III.- Turbación espírita
163. El alma, al dejar el cuerpo, ¿tiene de inmediato conciencia de sí misma?
- Conciencia inmediata no es el término adecuado. Permanece algún tiempo en estado de turbación.
164. ¿Todos los Espíritus experimentan en el mismo grado y durante un lapso idéntico la turbación que sigue a la separación del alma y el cuerpo?
- No, ello depende de su elevación. El que está ya purificado vuelve en sí casi inmediatamente, porque se ha desprendido de la materia durante la vida del cuerpo, al paso que el hombre carnal, cuya conciencia no es pura, conserva durante mucho más tiempo la impresión de esa materia.
165. El conocimiento del Espiritismo ¿ejerce influencia sobre la duración más o menos prolongada de la turbación?
- Una influencia muy grande, por cuanto el Espíritu comprende de antemano su situación. Pero, lo que más influye es la práctica del bien y la conciencia pura.
En el momento de la muerte todo es al principio confuso. Hace falta al alma algún tiempo para recobrarse. Se halla como aturdida, al igual que el estado de un hombre que saliera de un sueño profundo y que tratara de darse cuenta de su situación. La lucidez de las ideas y el recuerdo del pasado le vuelven conforme se va borrando el influjo de la materia de que acaba de desembarazarse, y a medida que se disipa la especie de niebla que oscurece sus pensamientos.
La duración de la turbación que sigue a la muerte es muy variable. Puede ser de unas pocas horas como de varios meses, y hasta de muchos años. Aquellos en quienes es más breve son los que se han identificado en vida con su estado futuro, por cuanto comprenden de inmediato su situación.
La turbación presenta circunstancias particulares, de acuerdo con el carácter de cada individuo y, sobre todo, según el tipo de muerte experimentada. En las violentas, producidas por suicidio o suplicio, accidente, apoplejía o heridas, etcétera, el Espíritu se encuentra sorprendido, asombrado, y no cree haber muerto. Así lo sostiene con terquedad. No obstante, ve su cuerpo,
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sabe que ese cuerpo es el suyo, y no comprende que se haya separado de él. Acude junto a las personas a quienes profesaba afecto, les habla y no comprende por qué ellas no le oyen. Esa ilusión dura hasta que el desprendimiento del periespíritu se ha consumado. Sólo entonces el Espíritu se recobra y comprende que ya no forma parte de los vivientes. Este fenómeno se explica con facilidad. Sorprendido de improviso por la muerte, el Espíritu está aturdido por el brusco cambio que en él se ha operado. Para él, la muerte sigue siendo sinónimo de destrucción, de aniquilamiento. Ahora bien, como quiera que piensa, ve y entiende, en su opinión no está muerto. Lo que aumenta su ilusión es que se ve dueño de un cuerpo similar al anterior, por su forma, pero cuya etérea naturaleza no ha tenido todavía tiempo de estudiar. Lo cree sólido y compacto como lo era el primero, y cuando se le llama la atención sobre este punto se asombra de no poder palparlo. Este fenómeno es análogo al de los sonámbulos noveles, que no creen estar dormidos. Para ellos, el sueño es sinónimo de suspensión de las facultades. Y puesto que piensan libremente y ven, en su concepto no se hallan dormidos. Algunos Espíritus presentan esta particularidad, aun cuando la muerte no los haya sorprendido en forma imprevista. Pero sigue siendo una particularidad más general en aquellos que, aunque enfermos, no pensaban que morirían. Se ve entonces el singular espectáculo de un Espíritu que asiste a su funeral como si se tratara del de un extraño, y hablando de él como de una cosa que no le concierne, hasta el momento en que comprende la verdad.
La turbación que sigue a la muerte no tiene nada de penoso para el hombre de bien. Es tranquila y semejante en todo a la que acompaña a un despertar apacible. En cambio, para aquel cuya conciencia no es pura, está llena de ansiedad y de angustias, que aumentan a medida que va comprendiendo su situación.
En los casos de muerte colectiva se ha observado que todos los que perecen al mismo tiempo no siempre se vuelven a ver de inmediato. En la turbación que sigue a la muerte, cada cual va por su lado, preocupándose tan sólo de aquellos que le interesan.

09 - Mundo Espírita - Capítulo 2


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CAPÍTULO II 
ENCARNACIÓN DE LOS ESPÍRITUS

I.- Finalidad de la encarnación

132. ¿Qué objeto tiene la encarnación de los Espíritus? 

- Dios se la impone con el propósito de hacerlos alcanzar la perfección. Para unos constituye una expiación; para otros, una misión. Pero, para llegar a esa perfección deben sufrir todas las vicisitudes de la existencia corporal: en ello reside la expiación. La encarnación tiene asimismo otra finalidad, consiste en poner al Espíritu en condiciones de afrontar la parte que le cabe en la obra de la Creación. Para cumplirla, toma en cada mundo un instrumento de acuerdo con la materia esencial de ese globo a fin de ejecutar, desde ese punto de vista, las órdenes de Dios. De modo que, cooperando a la obra general, progrese él mismo.

La acción de los seres corpóreos es necesaria a la marcha del Universo. Pero con su sabiduría quiso Dios que en esa acción misma aquéllos encontraban un medio de progresar y acercarse a Él. Así, por una ley admirable de su providencia, todo se eslabona, todo es solidario en la Naturaleza.

133. Los Espíritus que desde el comienzo siguieron el camino del bien ¿tienen necesidad de la encarnación?

- Todos ellos son creados simples e ignorantes, y se instruyen en las luchas y tribulaciones de la vida corporal. Siendo justo, no podía Dios hacer dichosos a algunos sin penas ni trabajos y, por tanto, sin mérito.

133 a. Pero entonces ¿de qué vale a esos Espíritus haber seguido la senda del bien, si ello no les exime de las penas de la existencia corporal?

- Llegan más pronto a la meta. Además, los pesares de la vida son muchas veces la consecuencia de la imperfección del Espíritu. Cuanto menos imperfecciones tenga, tanto menores serán los tormentos que padezca. Aquel que no es envidioso ni celoso, avaro ni ambicioso, no sufrirá los suplicios que de esos defectos nacen.

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II.- Del alma

134. ¿Qué es el alma?

- Un Espíritu encarnado.

134 a. ¿Qué era el alma antes de unirse al cuerpo? 

- Espíritu.

134 b. En consecuencia, ¿las almas y los Espíritus son la misma cosa?

- En efecto, las almas no son sino los Espíritus. Antes de unirse al cuerpo, el alma es uno de los Seres inteligentes que pueblan el Mundo Invisible y que se revisten temporariamente de una envoltura carnal, para purificarse y esclarecerse.

135. ¿Hay en el hombre otra cosa fuera del alma y el cuerpo?

- Existe el vínculo o lazo que une el alma con el cuerpo.

135 a. ¿Cuál es la naturaleza de ese vínculo?

- Semimaterial, esto es, intermedia entre la naturaleza del
Espíritu y el cuerpo. Y ello es necesario para que ambos puedan comunicarse el uno con el otro. Mediante ese lazo obra el Espíritu sobre la materia, y viceversa.

Así pues, el hombre está formado por tres partes esenciales, a saber:
Primera: El cuerpo, o ser material, análogo al de los animales y animado por el mismo principio vital.
Segunda: El alma, Espíritu encarnado cuya habitación es el cuerpo.
Tercera: El principio intermediario, o periespíritu, sustancia semimaterial que sirve de primera envoltura al Espíritu y une el alma con el cuerpo. Tales son, en un fruto, el germen, el periespermo y la corteza.

136. ¿Es independiente el alma del principio vital?

- El cuerpo no es sino la envoltura, sin cesar lo estamos repitiendo.

136 a. ¿Puede el cuerpo existir sin el alma?

- Si, y sin embargo, tan pronto el cuerpo cesa de vivir, el alma lo deja. Antes del nacimiento no hay todavía una unión definitiva entre el alma y el cuerpo. Luego que esta unión se ha establecido, la muerte del cuerpo rompe los lazos que lo unen al alma y ésta

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abandona a aquél. La vida orgánica puede animar un cuerpo sin alma, pero esta última no puede habitar un cuerpo privado de vida orgánica.

136 b. ¿Qué sería nuestro cuerpo si no existiera el alma?

- Una masa de carne sin inteligencia, todo lo que queráis,
excepto un ser humano.

137. Un mismo Espíritu ¿puede encarnar en dos cuerpos diferentes a la vez?

- No: el Espíritu es indivisible y no puede animar simultáneamente a dos seres distintos. (Véase, en El libro de los Médiums, el Capítulo “Bicorporeidad y transfiguración”).

138. ¿Qué pensar de la opinión de aquellos que consideran al alma como el principio de la vida material?

- Es una cuestión de palabras, que no nos interesa. Comenzad por entenderos vosotros mismos.

139. Ciertos Espíritus, y con anterioridad a ellos algunos filósofos, definieron el alma como “una chispa anímica emanada del Gran Todo”. ¿A qué se debe esta contradicción?

- No hay tal contradicción. Depende del significado de las palabras. ¿Por qué no tenéis un vocablo para cada cosa?

El término “alma” se emplea para expresar cosas muy diferentes. Unos llaman así al principio de la vida, y en esta significación es exacto decir en sentido figurado, que el alma es una chispa anímica emanada del Gran Todo. Estas últimas palabras describen la fuente universal del principio vital, del que cada Ser absorbe una porción y que retorna a la masa después de la muerte. Tal idea no excluye en modo alguno la de un Ser moral distinto, independiente de la materia y que conserva su individualidad. A ese Ser se le denomina igualmente alma, y en esta acepción se puede decir que el alma es un Espíritu encarnado. Al ofrecer diversas definiciones del alma, los Espíritus han hablado conforme a la aplicación que daban a la palabra y según las ideas terrenas de que estaban todavía más o menos imbuidos. Esto proviene de a insuficiencia del lenguaje humano, que no posee un vocablo para expresar cada idea, de ahí el origen de una multitud de errores y de discusiones. He

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aquí por qué los Espíritus superiores nos recomiendan que nos entendamos primero acerca del significado de las palabras. 37 -

140. ¿Qué pensar de la teoría que considera al alma subdividida en tantas partes como músculos hay, y presidiendo así cada una de las funciones corporales?

- Ello depende una vez más del sentido que se dé al término alma. Si se entiende por ello al fluido vital, entonces se tiene razón, pero si se entiende por alma al Espíritu encarnado, se está en un error. Ya lo hemos dicho: el Espíritu es indivisible: transmite a los órganos el movimiento sirviéndose para ello del fluido intermediario, sin que por esto se divida.

140 a. Con todo, hay Espíritus que han ofrecido esa definición...

- Los Espíritus ignorantes pueden tomar el efecto por la causa.

El alma obra por intermedio de los órganos y éstos se hallan animados por el fluido vital, que se reparte entre ellos, y con mayor abundancia en aquellos que constituyen los centros o focos del movimiento. Pero esta explicación no conviene al alma, si se la conceptúa como el Espíritu que habita el cuerpo durante la vida y lo deja al sobrevenir la muerte.

141. ¿Hay algo de verdad en la opinión de quienes piensan que el alma es exterior y circunda al cuerpo?

- El alma no se encuentra encerrada en el cuerpo, como el pájaro en la jaula. Ella irradia y se manifiesta fuera de aquél, al modo de la luz a través de un globo de vidrio, o como el sonido en torno de un centro sonoro. Así pues, se puede decir que el alma es externa, pero no por ello será la envoltura del cuerpo. El alma posee dos envolturas: la primera sutil y leve, que tú llamas periespíritu. La otra grosera, material y pesada, que es el cuerpo. El alma constituye el centro de las dos envolturas, así como la pepita o almendra en el carozo, según ya manifestamos.

142. ¿Qué decir de esa otra teoría según la cual el alma, en el niño, se completa en cada período de la vida?

- El Espíritu es sólo uno. Está entero en el niño así como en el adulto. Los que se desarrollan y se completan son los órganos, o

37 - Ver, en la “Introducción al Estudio de la Doctrina Espírita”, párrafo II, la explicación sobre la voz “alma”. [N. de A. Kardec.]

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instrumentos de las manifestaciones del alma. Una vez más se confunde el efecto con la causa.

143. ¿Por qué todos los Espíritus no definen al alma de la misma manera?

- Los Espíritus no están todos igualmente ilustrados acerca de estas materias. Los hay todavía limitados, que no comprenden las cosas abstractas. Sucede lo mismo con los niños, entre vosotros. Existen asimismo Espíritus pedantes o pseudo-sabios, que hacen ostentación de palabras para imponerse. Y esto también acontece entre vosotros. Por otra parte, los mismos Espíritus esclarecidos pueden expresarse en términos diferentes, que en el fondo tienen el mismo valor, sobre todo cuando se trata de cosas que vuestro lenguaje es incapaz de traducir con claridad. Se requieren metáforas y comparaciones que vosotros tomáis por la realidad.

144. ¿Qué se ha de entender por “el alma del mundo”?

- Es el principio universal de la vida y de la inteligencia, de donde nacen las individualidades. Pero, quienes se valen de esas palabras muchas veces ni se comprenden a sí mismos. El vocablo alma es tan elástico que cada cual lo interpreta según su fantasía. En ocasiones se ha atribuido asimismo un alma a la Tierra. Hay que entender por esto al conjunto de los Espíritus abnegados que encaminan vuestras acciones por la senda correcta cuando les hacéis caso y que, en cierto modo, son los encargados de la ejecución del
pensamiento de Dios en vuestro mundo.

145. ¿Cómo es que tantos filósofos, antiguos y modernos, han discutido durante tanto tiempo sobre la ciencia psicológica sin haber llegado a la verdad?

- Aquellos hombres fueron los precursores de la Doctrina Espírita eterna. Prepararon el camino. Y puesto que eran seres humanos han podido equivocarse, porque confundieron sus propias ideas con la verdad. Pero sus mismos errores, mostrando lo verdadero y lo falso de sus doctrinas, ponen en evidencia a aquélla. Por lo demás, entre tales errores se encuentran grandes verdades, que un estudio comparativo puede haceros comprender.

146. ¿Tiene al alma una sede determinada y circunscripta en el cuerpo?

- No, pero reside más particularmente en la cabeza, en los grandes genios, en todos aquellos que piensan mucho, y en el

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corazón en aquellos otros cuyos sentimientos y acciones son benéficos para la humanidad toda.

146 a. ¿Qué pensar de la opinión de quienes sitúan el alma en un centro vital?

- Equivale a decir que el Espíritu habita más bien esa parte de vuestro organismo, porque allí confluyen todas las sensaciones. Los que la sitúan en lo que consideran el centro de la vitalidad la confunden con el fluido o principio vital. Con todo, se puede afirmar que el asiento del alma reside con más particularidad en los órganos que sirven a las manifestaciones intelectivas y morales.

III.- Materialismo

147. ¿Por qué los anatomistas, fisiólogos y, en general, aquellos que profundizan las ciencias de la Naturaleza son llevados tan a menudo al materialismo?

- El fisiólogo relaciona todo con lo que ve. Orgullo de los hombres que creen saberlo todo y no admiten que algo pueda exceder a su entendimiento. Su ciencia misma los torna presuntuosos. Piensan que la Naturaleza no puede ocultarles nada.

148. ¿No es lamentable que el materialismo sea una consecuencia de estudios que debieran, por el contrario, mostrar al hombre la superioridad de la inteligencia que gobierna al mundo? ¿Habrá que concluir de ahí que tales estudios son peligrosos?

- No es cierto que el materialismo sea una consecuencia de esos estudios. Es el hombre el que extrae de ellos falsas conclusiones, porque puede abusar de todo, hasta de las mejores cosas. Además, la nada los aterra más de lo que quieren aparentar, y los “espíritus fuertes” 38 - son muchas veces más pedantes que valientes. La mayoría de ellos sólo son materialistas porque no tienen nada con que llenar el vacío de ese abismo que ante ellos se abre. Mostradle una tabla de salvación y se aferrarán a ella con prisa.

Por una aberración de la inteligencia hay personas que sólo ven en los seres orgánicos la acción de la materia y relacionan con ella todos nuestros actos. No han visto en el cuerpo humano más que la máquina eléctrica. Sólo estudiaron el mecanismo de

38 - Ver la nota que acerca de la expresión francesa “esprit fort” se ha hecho en la respuesta a la pregunta número 9. [N. del T. al cast.]

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la vida en el funcionamiento de los órganos. Han presenciado con frecuencia cómo se extinguía la vida por la ruptura de un hilo y sólo vieron ese hilo... Buscaron, por si quedaba algo, y como no encontraron sino la materia, que se había tornado inerte, no vieron el alma escaparse de aquélla y no pudieron aprehenderla, por lo que concluyeron en que todo residía en las propiedades de la materia y que, por tanto, después de la muerte, el pensamiento se reducía a la nada. Triste conclusión, si así fuera, porque entonces el bien y el mal no tendrían sentido, al hombre le asistiría la razón al no pensar más que en sí mismo y poner por encima de todo la satisfacción de sus goces materiales. Los vínculos sociales se romperían y lo propio sucedería con los más nobles afectos. Felizmente, estas ideas están lejos de ser generales. Incluso se puede afirmar que se hallan muy circuns- critas y representan sólo opiniones individuales, porque en ninguna parte han sido erigidas en doctrina. Una sociedad que se basara sobre tales cimientos llevaría en sí misma el germen de su disolución y sus miembros se destrozarían recíprocamente, como bestias feroces. 39 -
El ser humano posee por instinto la convicción de que para él no todo termina junto con la vida. La nada le horroriza. En vano se han resistido los hombres al pensamiento del porvenir, pues cuando el supremo instante les llega, pocos dejan de preguntarse qué será de ellos. Porque la idea de dejar la vida para siempre tiene algo de desgarrante. En efecto, ¿quién podría afrontar con indiferencia la perspectiva de una separación absoluta, eterna, de todo lo que amó? ¿Quién sería capaz de ver sin pánico abrirse ante él el inmenso abismo de la nada, adonde irían a sumergirse para siempre todas sus facultades y esperanzas?, y decirse: “¡Y qué! Después de mí, nada, sólo el vacío; pronto no quedará huella alguna de mi paso por la Tierra; incluso el bien que haya realizado será echado al olvido por los ingratos que me lo deben; y ¡nada para compensar todo eso, ninguna otra perspectiva que la de mi cuerpo roído por los gusanos!”
¿No tiene este cuadro algo de horroroso y glacial? La religión nos enseña que no puede ser así y la razón nos lo

39 - El Marxismo aún no había surgido, pues El Capital sólo se publicó en 1867, pero las previsiones de Kardec, en cuanto al carácter violento de la sociedad materialista, se han visto confirmadas históricamente, siendo sólo atenuadas por la imposibilidad de que se generalice esa idea en el seno del pueblo. [N. de J. H. Pires.]

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confirma. Pero esa existencia futura, vaga e indefinida, no posee nada que satisfaga nuestro apego a lo positivo, y es esto lo que en muchas personas engendra la duda. Tenemos un alma, admitido. Pero ¿qué es nuestra alma? ¿Posee ella una forma o apariencia? ¿Es un ser limitado indefinido? Unos dicen que constituye un soplo de Dios, otros que es una chispa, y los hay también que la conceptúan una parte del Gran Todo, principio de la vida y de la inteligencia, pero ¿qué nos enseña todo esto? ¿De qué nos sirve poseer un alma si después de la muerte ella se confundirá en la inmensidad, al modo de las gotas de agua en el océano? ¿Acaso la pérdida de nuestra individualidad no equivale a la nada, para nosotros? Se afirma asimismo que el alma es inmaterial, pero una cosa inmaterial no podría tener proporciones definidas, de modo que para nosotros esto no significa nada. También nos enseña la religión que seremos dichosos o desventurados, según el bien o el mal que hayamos hecho. Pero ¿en qué consiste esa felicidad que en el seno de Dios nos aguarda? ¿Se trata de una beatitud, de una eterna contemplación, sin otra cosa que hacer fuera de entonar loas al Creador? Las llamas del infierno ¿son una realidad o apenas un símbolo? La propia Iglesia las interpreta en esta última significación, mas ¿cuáles son los sufrimientos que allá padeceremos? ¿Dónde está ese lugar de suplicios? En pocas palabras, ¿qué se hace y se ve en ese mundo que a todos nos espera? Dicen que nadie ha vuelto de él para revelárnoslo. Es este un error, y la misión del Espiritismo consiste precisamente en ilustrarnos acerca de ese porvenir, hacer que hasta cierto punto lo toquemos con el dedo y lo veamos con nuestros propios ojos, no mediante el razonamiento, sino por medio de los hechos. Gracias a las comunicaciones espíritas esto no constituye ya una presunción, una probabilidad sobre la cual cada uno de nosotros pueda tejer sus fantasías, y que los poetas hermoseen con sus ficciones o siembren imágenes alegóricas que nos seduzcan: la que se nos muestra es la realidad, porque son los mismos Seres de ultratumba los que acuden a nosotros para describirnos su situación y contarnos lo que están haciendo, permitiéndonos asistir –si así vale decirlo- a todas las peripecias de su nueva vida, y mostrándonos por ese medio la suerte inevitable que no está reservada, conforme a nuestros méritos o malas acciones. ¿Hay en esto algo de antirreligioso? Muy por el contrario, ya que los incrédulos encuentran en ello la fe y los tibios un acrecentamiento de su fervor y confianza. El Espiritismo es, por tanto, el más poderoso auxiliar de la religión. Y por serlo, Dios lo permite, y lo permite para reanimar nuestras

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tambaleantes esperanzas y conducirnos a la senda del bien mediante la perspectiva del porvenir. 40 -

40 Pese a que esta afirmación de Kardec ha sido rechazada por los religiosos, tuvo su confirmación histórica: “El Espiritismo es el más valeroso auxiliar de la religión”. Gracias a las pruebas espíritas de la supervivencia del alma y a la explicación racional de los problemas espirituales pudo ser refrendada la ola materialista del siglo XIX. Aun hoy, como se advierte por la obra del padre TEILHARD DE CHARDIN y por la del pastor y teólogo anglicano HARALDUR NIELSSON, así como por la revolución que está sacudiendo a la teología en general, son los principios espíritas los que vuelven a levantar y rehabilitar a las religiones. [N. de J. H. Pires.]




08 - Mundo Espírita - Capítulo 1


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Libro Segundo
MUNDO ESPÍRITA O DE LOS ESPÍRITUS
CAPÍTULO I DE LOS ESPÍRITUS
I.- Origen y naturaleza de los Espíritus
76.¿Qué definición se puede dar de los Espíritus? - Podemos decir que los Espíritus son los Seres inteligentes de
la Creación. Pueblan el Universo fuera del mundo material.
Nota: La palabra Espíritu se emplea aquí para designar a las individualidades de los Seres extra-corpóreos y no al elemento inteligente universal.
77.Los Espíritus ¿son Seres distintos de la Divinidad, o bien constituirían tan sólo emanaciones o parcelas de Ella, llamándoseles por tal razón hijos o criaturas de Dios?
- ¡Dios mío! Son su obra, exactamente como un hombre que construye una máquina. Esa máquina es la obra del hombre y no él mismo. Bien sabes que cuando el hombre hace una cosa bella y útil la denomina su criatura o su creación. Pues bien, lo propio acontece con Dios: somos sus hijos, puesto que somos su obra.
78.Los Espíritus ¿han tenido un principio o existen, como Dios, de toda eternidad?
- Si no hubieran tenido un principio sería iguales a Dios, pero constituyen su creación y se hallan sometidos a su voluntad. Dios existe de toda eternidad, y esto es incontestable, pero en lo que se refiere a saber cuándo y cómo Él nos creó, no sabemos nada al respecto. Puedes decir que no hemos tenido comienzo si entiendes por ello que, siendo Dios eterno, debió crear sin tregua pero cuándo y cómo fue hecho cada uno de nosotros, te lo repito, nadie lo sabe: allí reside el misterio.
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79.Puesto que dos elementos generales hay en el Universo –el elemento inteligente y el material- ¿se podría afirmar que los Espíritus están formados del elemento inteligente, así como los cuerpos inertes se hallan integrados por el elemento material?
- Es evidente: los Espíritus son la individualización del principio inteligente, del modo que los cuerpos constituyen la individualización del principio material; lo que desconocemos es la época y la manera de esa formación.
80.¿Es permanente la creación de Espíritus, o sólo tuvo lugar en el principio de los tiempos?
- Es permanente, o sea que Dios no ha cesado jamás de crear.
81.¿Se forman los Espíritus espontáneamente, o proceden los unos de los otros?
- Dios los crea, como a todas las demás criaturas, por su voluntad. Pero, una vez más lo repito, su origen es un enigma.
82.¿Es exacto expresar que los Espíritus son inmateriales? - ¿Cómo se podría definir algo cuando se carece de términos de comparación, y con un lenguaje insuficiente? Un ciego de nacimiento ¿puede acaso definir la luz? “Inmaterial” no es la palabra. “Incorpóreo” sería más exacto, porque debes comprender bien que, siendo el Espíritu una creación, debe ser algo. Es una materia quintaesenciada, pero sin analogía para vosotros, y tan etérea que no puede se percibida por vuestros sentidos.
Decimos que los Espíritus son inmateriales porque su esencia difiere de cuanto conocemos con el nombre de materia. Un pueblo de ciegos no dispondría de términos para expresar la luz y sus efectos. El que es ciego de nacimiento cree tener todas las percepciones mediante el oído, el olfato, el gusto y el tacto. No comprende las ideas que le daría el sentido de que carece. Así también, en lo que concierne a la esencia de los seres suprahumanos, somos nosotros verdaderos ciegos. Sólo podemos definirlos mediante comparaciones siempre imperfectas, o esforzando nuestra imaginación. 34 -
34 - Objeto de esta referencia son los Espíritus revestidos de su periespíritu. Sin el periespíritu nada tienen ellos de material, conforme vemos en la respuesta dada al parágrafo 79. [N. de J. H. Pires.]
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83.Los Espíritus ¿tienen un fin? Se comprende que el principio de que dimanan sea eterno, pero lo que preguntamos es si su individualidad tendrá un término y si en determinado tiempo, más o menos prolongado, el elemento de que están formados no se disgrega y retorna a la masa, como acontece con los cuerpos materiales. Resulta difícil entender que algo que tuvo principio pueda no tener fin.
- Muchas cosas hay que vosotros no comprendéis, por cuanto vuestra inteligencia es limitada, y esa no es una razón para rechazarlas. El niño no comprende todo lo que entiende su padre, ni el ignorante todo lo que comprende el sabio. Te decimos que la existencia de los Espíritus no concluye en modo alguno, y es todo cuanto podemos ahora decir.
II.- Mundo normal primitivo
84.¿Constituyen los Espíritus un mundo aparte, fuera del que vemos nosotros?
- Sí, el Mundo de los Espíritus, o de las Inteligencias incorpóreas.
85.En el orden de las cosas ¿cuál de los dos es el principal: el Mundo Espírita o el mundo corporal?
- El Mundo Espírita. Es preexistente y sobreviviente a todo.
86.¿Podría el mundo corporal cesar de existir, o no haber existido nunca, sin alterar la esencia del Mundo Espírita?
- Sí. Son independientes, y sin embargo su correlación es incesante, pues reaccionan sin cesar el uno sobre el otro.
87.¿Ocupan los Espíritus una región determinada y circunscrita en el espacio?
- Los Espíritus se encuentran por doquier. Los espacios infinitos se hallan poblados por ellos. Los hay que están sin cesar al lado de vosotros, observándoos y obrando sobre vosotros sin que lo advirtáis, pues los Espíritus son una de las potencias de la Naturaleza y los instrumentos de que Dios se sirve para el cumplimiento de sus designios providenciales. Pero no todos van a todas partes, porque hay regiones que están prohibidas a los menos adelantados.
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III.- Forma y ubicuidad de los Espíritus
88.¿Tienen los Espíritus una forma determinada, limitada y constante? - Para vuestros ojos, no, pero sí para los nuestros. Esa forma es, si así lo queréis, una llama, un fulgor o una chispa etérea.
88 a. Esa llama o chispa ¿posee un color determinado? - Para vosotros, varía de lo oscuro hasta el brillo del rubí,
según sea el Espíritu más o menos puro.
De ordinario se representa a los genios con una llama o una estrella en la frente. Es esta una alegoría que recuerda la naturaleza esencial de los Espíritus. Se la sitúa en lo alto de la cabeza, debido a que allí se halla la sede de la inteligencia.
89.Los Espíritus ¿ponen cierto tiempo en franquear el espacio? - Sí, pero son tan veloces como el pensamiento.
89 a. El pensamiento ¿no es el alma misma que se transporta? - Cuando el pensamiento se halla en un lugar, allí está también el alma, puesto que es esta última la que piensa. El pensamiento es un atributo.
90.El Espíritu que se desplaza de un sitio a otro ¿tiene conciencia de la distancia que recorre y de los espacios que atraviesa o, por el contrario, es transportado de súbito al lugar dónde quiere ir?
- Lo uno y lo otro. El Espíritu puede muy bien, si así lo desea, darse cuenta de la distancia que recorre, pero tal distancia puede asimismo borrársele por completo. Depende de su voluntad, y también, de su naturaleza más o menos depurada.
91.¿Es la materia un obstáculo para los Espíritus? - No, pues lo penetran todo: aire, tierra, aguas, el fuego mismo
les son igualmente accesibles.
92.¿Poseen los Espíritus el don de la ubicuidad? En otras palabras, un mismo Espíritu ¿puede dividirse o estar en varios puntos a la vez?
- No puede haber división de un mismo Espíritu. Pero, cada uno de ellos constituye un centro que irradia hacia diferentes lados, de ahí que parezca estar en varios lugares al mismo tiempo. El Sol, como ves, es sólo un y, sin embargo, irradia a todo su alrededor, enviando muy lejos sus rayos, no obstante lo cual no se divide.
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92 a. ¿Todos los Espíritus irradian con igual potencia? - Muy lejos de ello: su potencia de irradiación depende de su
grado de pureza.
Cada Espíritu es una unidad indivisible, pero cada uno de ellos puede extender su pensamiento a lugares diversos sin por eso dividirse. Sólo en este sentido debe entenderse el don de ubicuidad que a los Espíritus se atribuye. Tal como un destello que proyecta a la distancia su fulgor y puede ser percibido desde todos los puntos del horizonte. Y tal como un hombre que, sin cambiar de sitio ni dividirse, puede transmitir órdenes, señales y movimientos a diferentes puntos.
IV.- Periespíritu
93.El Espíritu propiamente dicho ¿se halla descubierto –como algunos pretenden- o está rodeado de una sustancia determinada?
- El Espíritu se encuentra revestido de una sustancia vaporosa para ti, pero todavía muy grosera para nosotros: lo bastante vaporosa, sin embargo, para que pueda elevarse en la atmósfera y transportarse adonde quiera.
Así como el germen de un fruto se halla circundado por el periespermo, así también el Espíritu propiamente dicho está rodeado de una envoltura que, por comparación, podemos denominarla periespíritu.
94.¿De dónde toma el Espíritu su envoltura semimaterial? - Del fluido universal de cada globo. De ahí que no sea idéntica en todos los mundos. Al pasar de un mundo a otro el Espíritu muda de envoltura, como cambiáis vosotros de vestimenta.
94 a. ¿De manera, pues, que cuando los Espíritus que moran en los mundos superiores vienen aquí, a la Tierra, toman un periespíritu más grosero?
ya.
- Precisa que se revistan con vuestra materia: lo hemos dicho
95.La envoltura semimaterial del Espíritu ¿adopta formas determinadas? Y ¿puede ser perceptible?
- Sí, una forma que plazca al Espíritu, y así se os aparece en ocasiones, ya sea durante vuestros sueños o cuando os halláis en
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estado de vigilia, y así también puede adoptar una forma visible e incluso palpable.
V.- Diferentes órdenes de Espíritus
96.¿Son iguales unos a otros los Espíritus o, por el contrario, existe entre ellos una jerarquía?
- Son de diferentes órdenes, conforme al grado de perfeccionamiento que han alcanzado.
97.¿Hay entre los Espíritus un número determinado de órdenes o grado de perfección?
- Su número es ilimitado, porque no existe entre tales órdenes una línea de demarcación trazada como una barrera, de manera que es posible multiplicar o restringir a voluntad las divisiones. Con todo, si se consideran los caracteres generales, se puede reducir la cantidad a tres órdenes principales.
Es posible ubicar en la primera categoría a aquellos que han llegado a la perfección: los Espíritus puros. Los del segundo orden han alcanzado la mitad de la escala: la preocupación de éstos es el deseo del bien. Los del último grado se hallan aún en lo bajo de la escala: son los Espíritus imperfectos. Se caracterizan por la ignorancia, el deseo del mal y todas las malas pasiones que retrasan su desarrollo.
98.Los Espíritus del segundo orden, ¿tienen sólo el deseo del bien, o poseen asimismo el poder de hacerlo?
- Tienen ese poder, de acuerdo con su grado de perfección. Los unos poseen la ciencia, los otros la sabiduría y la bondad, pero todos ellos han de sufrir pruebas aún.
99.Los Espíritus del tercer orden, ¿son todos esencialmente malvados? - No, los hay que no hacen ni bien ni mal. Otros, por el contrario, se complacen en el mal y se hallan satisfechos cuando encuentran ocasión de practicarlo. Están, después, los Espíritus frívolos o traviesos, más revoltosos que ruines, que disfrutan más bien con los enredos que con la maldad y encuentran placer en
engañar y causar pequeñas contrariedades, las que los divierte.
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VI.- Escala Espírita
100. Observaciones preliminares.- La clasificación de los Espíritus se basa sobre su grado de adelanto, las cualidades que han adquirido y las imperfecciones de que han de despojarse todavía. Por lo demás, esa clasificación no tiene nada de absoluto. Cada categoría representa un carácter definido sólo en su conjunto. Pero de un grado al siguiente la transición es imperceptible y en los límites de los grados el matiz se esfuma, igual que en los reinos de la Naturaleza, del modo que ocurre con los colores del arco iris e incluso con los diferentes períodos de la vida humana. En consecuencia, se puede concebir una cantidad más o menos grande de clases, según sea el punto de vista desde el cual se enfoque la cuestión. Ocurre aquí lo que en todo sistema de clasificación científica: pueden ser más o menos completos y más o menos racionales y cómodos para la inteligencia, pero, sean como fueren, no alteran en nada el fondo de la ciencia. Por tanto, los Espíritus interrogados acerca de este punto han podido diferir en el número de categorías, sin que de ello pueda extraerse mayor transcendencia. Se ha reparado en esta contradicción aparente, sin reflexionar en el hecho que los Espíritus no otorgan importancia ninguna a lo que es puro convencionalismo. Para ellos, el pensamiento significa todo. Dejan a nuestro arbitrio la forma, la elección de los términos, las clasificaciones; en suma, los sistemas.
Agreguemos todavía esta consideración, que no se ha de echar jamás en olvido: entre los Espíritus, como entre los hombres, los hay sobremanera ignorantes, y nunca nos guardaremos demasiado contra la tendencia a creer que todos ellos deben saberlo todo por el hecho de ser Espíritus. Toda clasificación exige método, análisis y conocimiento profundo del asunto. Ahora bien, en el Mundo de los Espíritus, aquellos que poseen conocimientos limitados son –como en la Tierra los ignorantes- inhábiles para abarcar un conjunto, para formular un sistema. Sólo de manera imperfecta conocen o comprenden cualquier clasificación. Para ellos, todos los Espíritus que están por encima de su nivel pertenecerán al primer orden, y piensan así porque no se hallan en condiciones de distinguir los matices del saber, la capacidad y moralidad que distinguen a aquéllos, tal como acontece entre nosotros con un hombre rudo que juzga a las personas ilustradas. Incluso los que son capaces de ello pueden diferir en cuanto a las categorías, según sea su punto de vista, en especial cuando una división no tiene nada de absoluto. Linneo, Jussieu y Tournefort tuvieron cada cual su método, y no por esto ha
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experimentado cambio alguno la botánica. Porque ellos no inventaron las plantas ni los caracteres que las distinguen. Simplemente, observaron las analogías y con arreglo a ellas han formado los grupos o clases. Y bien, así hemos procedido nosotros: no inventamos a los Espíritus ni sus caracteres. Hemos visto y observado, los hemos juzgado conforme a sus palabras y sus hechos, y después los clasificamos por sus similitudes, basándonos en los datos que ellos nos proporcionaron.
Por regla general, los Espíritus admiten tres categorías principales u otras tantas grandes divisiones. En la última, la que está al pie de la escala, se hallan los Espíritus imperfectos, caracterizados por el predominio de la materia sobre el espíritu y la tendencia al mal. Los de la segunda, en cambio, se distinguen por el predominio del espíritu sobre la materia y por el deseo de realizar el bien: éstos son los Espíritus buenos. Y la primera comprende a los Espíritus puros, aquellos que han alcanzado el grado supremo de la perfección.
Tal división nos parece completamente racional y presenta caracteres bien definidos. Sólo nos restaba, entonces, hacer resaltar, por medio de un número suficiente de subdivisiones, los matices principales del conjunto. Y es lo que hemos hecho con ayuda de los Espíritus, cuyas bondadosas instrucciones no nos faltaron jamás.
Con el concurso de esta tabla será fácil determinar el rango y grado de superioridad o inferioridad de los Espíritus con los cuales podemos entrar en relación y, en consecuencia, conoceremos el grado de confianza y estima que deben merecernos. En cierto modo es esta la clave de la Ciencia Espírita, por cuanto sólo ella puede explicar las anomalías que presentan las comunicaciones, ilustrándonos respecto de las desigualdades intelectivas y morales de los Espíritus. Con todo, haremos notar que los Espíritus no siempre pertenecen de manera exclusiva a tal o cual clase. Puesto que su progreso se realiza en forma gradual, y a menudo más en un sentido que en otro, pueden reunir los caracteres de varias categorías, lo que se aprecia con facilidad juzgando su lenguaje y sus actos.
VII.- Tercer orden: Espíritus imperfectos
101. Caracteres generales.- Predominio de la materia sobre el espíritu. Tendencia al mal. Ignorancia y orgullo, egoísmo y todas las
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malas pasiones que de él derivan. Tienen la intuición de Dios, mas no lo comprenden.
Sin embargo, no todos son esencialmente malos: en algunos de ellos hay más frivolidad, inconsecuencia y malicia que verdadera ruindad. Unos no hacen ni bien ni mal, pero sólo porque no realizan el bien denotan inferioridad. Otros, por el contrario, se complacen en el mal y se sienten satisfechos cuando se les presenta oportunidad para hacerlo.
Pueden aliar la inteligencia a la ruindad o a la malicia. Pero, sea cual fuere su desarrollo intelectual, sus ideas son poco elevadas, y sus sentimientos, más o menos abyectos.
Tienen conocimientos limitados acerca de las cosas del Mundo Espírita, y lo poco que saben de ello se confunde con las ideas y prejuicios de la vida corporal. No pueden darnos de aquél sino nociones falsas e incompletas. Mas el observador atento encuentra a menudo, en sus comunicaciones –no obstante su imperfección-, confirmadas las grandes verdades que los Espíritus superiores enseñan.
El carácter de estos Espíritus se revela por el lenguaje que emplean. Todo Espíritu que en el transcurso de sus comunicaciones deje traslucir un pensamiento malo puede ser incluido en el tercer orden. En consecuencia, todo pensamiento malo que se nos sugiera proviene de un Espíritu de ese orden.
Ven la felicidad de los buenos y esta visión constituye para ellos un tormento incesante, porque experimentan todas las angustias que la envidia y los celos pueden producir.
Conservan el recuerdo y la percepción de los sufrimientos de la vida corporal y esa impresión es muchas veces más penosa que la realidad misma. Así pues, sufren de veras los males que han soportado y los que infligieron a los demás; y, como los padecen durante mucho tiempo, creen que han de experimentarlos siempre. Dios, para castigarlos, quiere que así lo crean.
Podemos dividirlos en cinco clases principales:
102. Décima clase: Espíritus impuros.- Son propensos al mal y éste constituye el objeto de sus preocupaciones. En cuanto Espíritus, dan consejos pérfidos, alientan la discordia y la desconfianza y adoptan todos los disfraces para engañar mejor. Se apegan a las personas de carácter lo bastante débil para ceder a sus sugestiones, y hacen esto a fin de empujarlas hacia su perdición, satisfechos de poder retrasar su progreso haciéndolas sucumbir ante las pruebas que sufren.
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Durante las comunicaciones se les reconoce por su lenguaje: trivialidad y grosería de las expresiones, tanto entre los Espíritus como entre los hombres, denotan siempre inferioridad moral, si no intelectiva. Sus comunicaciones denuncian la bajeza de sus inclinaciones, y si quieren inducir a engaño expresándose de una manera sensata no pueden prolongar mucho tiempo su comedia y terminan siempre por dejar traslucir su origen.
Algunos pueblos han hecho de ellos sus divinidades maléficas y otros los designan con los nombres de demonios, genios malos o Espíritus del mal.
Los seres vivientes a quienes animan, cuando se han encar- nado, son propensos a cuantos vicios engendran las pasiones viles y degradantes: sensualidad y crueldad, bellaquería e hipocresía, avidez y sórdida avaricia. Practican el mal por el mero placer de hacerlo, casi siempre sin motivos para ello, y por odio al bien escogen las más de las veces a sus víctimas entre las personas honradas. Son plagas para la humanidad, sea cual fuere su clase social a que pertenezcan, y su barniz de civilizados no les exime del oprobio y la ignominia.
103. Novena clase: Espíritus frívolos.- Son ignorantes y maliciosos, tornadizos y burlones. En todo se meten y responden a todo, sin preocuparse de la verdad. Se placen en causar contrariedades o pequeñas satisfacciones, en urdir enredos o chismes, en inducir maliciosamente a error valiéndose de fraudes y picardías. A esta clase pertenecen los Espíritus vulgarmente designados como trasgos, duendes, gnomos o diablillos. Están bajo la dependencia de Espíritus superiores, quienes los emplean a menudo, como lo hacemos nosotros con nuestros servidores.
En sus comunicaciones con los hombres su lenguaje es a veces ingenioso y jocoso, pero casi siempre desprovisto de profundidad. Captan las extravagancias y ridiculeces de los seres humanos, expresándolas con rasgos mordaces y satíricos. Si bien es cierto que se atribuyen nombres supuestos, suelen hacerlo por malicia más que por perversidad.
104. Octava clase: Espíritus pseudo-sabios.- Sus conocimientos son bastante extensos, pero creen saber más de lo que en realidad saben. Habiendo realizado algunos progresos desde diferentes puntos de vista, su lenguaje tiene un carácter serio, capaz de inducir a error respecto a su capacidad y a sus luces. Pero suele ser a menudo sólo un reflejo de los prejuicios e ideas sectarias de la vida terrena. Se trata de una mezcla de algunas verdades junto a los errores más
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absurdos, en medio de los cuales se transparentan la presunción y el orgullo, los celos y la terquedad de que no han podido despojarse.
105. Séptima clase: Espíritus neutros.- Éstos no son ni lo bastante buenos para realizar el bien ni lo suficientemente malos para practicar el mal. Se inclinan tanto hacia el uno como hacia el otro y no se elevan por encima del nivel vulgar de la humanidad, así en lo moral como en lo intelectual. Se apegan a las cosas de la Tierra, de cuyas groseras alegrías sienten nostalgia.
106. Sexta clase: Espíritus golpeadores y perturbadores.- Estos Espíritus no constituyen, propiamente hablando, una clase distinta, desde el punto de vista de sus cualidades personales: pueden pertenecer a todas las clases del tercer orden. Manifiestan a menudo su presencia sirviéndose de efectos perceptibles y físicos, tales como golpes, movimientos y desplazamientos anormales de cuerpos sólidos, agitación del aire, etcétera. Parecen apegados más que otros a la materia. Son los agentes principales de las vicisitudes de los elementos del globo, ya sea que operen en el aire o el agua, el fuego o los cuerpos duros, e inclusive en las entrañas mismas de la Tierra. Se reconoce que tales fenómenos no se deben a una causa fortuita y física cuando poseen un carácter intencional e inteligente. Todos los Espíritus pueden producir esos fenómenos, pero los elevados los dejan, por lo general, a cargo de los subalternos, más aptos estos últimos para las cosas materiales que para las de la inteligencia. Cuando los Espíritus elevados juzgan que ese tipo de manifesta- ciones son útiles, se valen de los subordinados como auxiliares para realizarlas.
VIII.- Segundo orden: Espíritus buenos
107. Caracteres generales.- Predominio del espíritu sobre la materia: deseo del bien. Sus cualidades y su poder para practicar el bien se hallan en relación con el grado a que llegaron. Unos tienen ciencia, otros sabiduría y bondad. Los más adelantados aúnan el saber a las cualidades morales. No estando aún desmaterializados por completo, conservan más o menos, según su rango, las huellas de la existencia corporal, ora en la forma de expresarse, ora en sus hábitos, en lo que incluso vuelven a encontrarse algunas de sus manías. De otro modo serían Espíritus perfectos.
Comprende a Dios y el infinito y disfrutan ya de la felicidad de los buenos. Son dichosos por el bien que hacen y por el mal que
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impiden. El amor que les une es para ellos fuente de una felicidad inefable, no alterada por la envidia ni por los remordimientos, como tampoco por ninguna de las malas pasiones que constituyen el suplicio de los Espíritus imperfectos; pero todos ellos tienen aún pruebas que soportar, hasta que hayan arribado a la perfección absoluta.
En cuanto Espíritus, inspiran buenos pensamientos, apartan a los hombres de la senda del mal, protegen durante la vida a aquellos humanos que se hacen dignos de su protección, y neutralizan la influencia de los Espíritus imperfectos sobre las personas que no se complacen en sufrirla.
Los que han encarnado son buenos y benévolos para con el prójimo, y no les mueve el orgullo, el egoísmo ni la ambición. No experimentan odio, rencor, envidia ni celos, y hacen el bien por el bien mismo.
A este orden pertenecen los Espíritus que las creencias vulgares designan con los términos de genios buenos, genios protectores o Espíritus del bien. En tiempos de supersticiones e ignorancia se ha hecho de ellos las divinidades benéficas.
Podemos dividirlos en cuatro grupos principales, a saber:
108. Quinta clase: Espíritus benévolos.- Su cualidad dominante es la bondad. Se placen en prestar servicio a los hombres y protegerlos, pero su saber es limitado: su progreso se ha realizado más en el sentido moral que en el intelectivo.
109. Cuarta clase: Espíritus sabios.- Lo que a éstos distingue en especial es la amplitud de sus conocimientos. Se preocupan menos de las cuestiones morales que de las científicas, para las cuales poseen más aptitudes. Pero sólo encaran la ciencia desde el punto de vista de la utilidad y no mezclan con ella ninguna de las pasiones que caracterizan a los Espíritus imperfectos.
110. Tercera clase: Espíritus sensatos.- Las cualidades morales del orden más elevado constituyen el carácter que los distingue. Sin poseer conocimientos muy vastos, se hayan dotados de una capa- cidad intelectual que les provee de un juicio sano acerca de hombres y cosas.
111. Segunda clase: Espíritus superiores.- Reúnen ciencia, sabiduría y bondad. Su lenguaje sólo trasunta benevolencia. Es siempre digno y elevado, y a menudo sublime. Su superioridad los
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hace –más que a los otros- aptos para impartirnos las nociones más justas sobre las cosas del mundo incorpóreo, dentro de los límites de lo que es permitido al hombre conocer. Se comunican de buen grado con aquellos que buscan la verdad con fe sincera y cuya alma está lo bastante desembarazada de los vínculos terrenos para comprender esa verdad. Pero se alejan de aquellos otros que sólo son movidos por la curiosidad, o a quienes la influencia de la materia aparta de la práctica del bien.
Cuando, por excepción, encarnan en la Tierra, es para cumplir en ella una misión de progreso, y nos ofrecen entonces el tipo de perfección al cual puede la humanidad aspirar en este mundo.
IX.- Primer orden: Espíritus puros
112. Caracteres generales.- A estos Seres la influencia de la materia no los conturba. Superioridad intelectiva y moral absoluta, son las características distintivas que tienen con los Espíritus de los otros órdenes.
113. Primera y única clase.- Han recorrido todos los peldaños de la escala y se han despojado de la totalidad de las impurezas de la materia. Habiendo alcanzado el máximo de perfección de que es susceptible la criatura, no han de sufrir más pruebas ni expiaciones. Como no se hallan ya sujetos a la reencarnación en cuerpos perecederos, les corresponde la vida eterna en el seno de Dios.
Gozan de una dicha inalterable, por cuanto no están sujetos a las necesidades ni a las vicisitudes de la vida material, pero esa felicidad no es en modo alguno la de una ociosidad monótona vivida en perpetua contemplación. Son los mensajeros y ministros de Dios, cuyas órdenes ejecutan para el mantenimiento de la armonía universal. Dirigen a todos los Espíritus que son inferiores a ellos, ayudándoles a perfeccionarse y asignándoles su misión. Asistir a los hombres en su desconsuelo, incitarlos al bien o a la expiación de las faltas que los alejan de la ventura suprema, es para ellos una grata labor. A veces son designados con los nombres de ángeles, arcángeles o serafines.
Pueden los hombres entrar en comunicación con ellos, pero muy presuntuoso sería quien pretendiera tenerlos constantemente a su disposición.
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X.- Progresión de los Espíritus
114. Los Espíritus ¿son buenos o malos por naturaleza, o ellos mismos van mejorando?
- Los Espíritus van mejorando por sí propios. Al progresar, pasan de un orden inferior a otro superior.
115. ¿Algunos de los Espíritus han sido creados buenos, y malos
otros?- Dios creó a todos los Espíritus simples e ignorantes, vale decir, desprovistos de ciencia. Asignó a cada uno una misión con el objeto de iluminarlos y hacerlos acercarse progresivamente a la perfección mediante el conocimiento de la verdad, y a fin de aproximarlos a Él. La dicha eterna pura reside para ellos en esa perfección. Los Espíritus adquieren tales conocimientos al pasar por las pruebas que Dios les impone. Unos las aceptan con sumisión y llegan más pronto a la meta que les ha sido asignada. Otros sólo las soportan de mala gana y quedan así, por su culpa, lejos de la perfección y de la felicidad prometida.
115 a. ¿Según esto, los Espíritus parecerían ser, en su origen, como los niños, ignorantes y faltos de experiencia, pero que adquieren poco a poco los conocimientos de que carecen, recorriendo las diferentes fases de la vida?
- Sí, justa es la comparación. El niño rebelde permanece ignorante e imperfecto. Adelanta más o menos, según su grado de docilidad. Pero la vida del hombre posee un término, en tanto que la de los Espíritus se extiende hasta lo infinito.
116. ¿Hay Espíritus que seguirán perpetuamente en los rangos inferiores?
- No: todos ellos se harán perfectos. Van cambiando, aunque con lentitud, porque, como dijimos en otra oportunidad, un padre justo y misericordioso no puede desterrar eternamente a sus hijos. ¿Pretenderías tú que Dios, tan grande, bueno y justo, fuese peor que vosotros?
117. ¿Depende de los Espíritus mismos acelerar su progreso hacia la perfección?
- Por cierto que sí: llegan más o menos pronto, según su deseo y su sometimiento a la voluntad de Dios. Un niño dócil ¿no se instruye más rápido que uno reacio?
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118. ¿Pueden los Espíritus degenerar? - No, ya que conforme avanzan van comprendiendo lo que les
alejaba de la perfección. Cuando el Espíritu ha superado una prueba, adquiere el conocimiento de ella y no lo echa al olvido. Puede permanecer estacionario, mas no retrocede.
119. ¿No podría Dios eximir a los Espíritus de las pruebas que han de sufrir para llegar al primer orden?
- Si hubieran sido creados perfectos no tendrían méritos para disfrutar de los beneficios de esa perfección. ¿Dónde residiría el mérito, de no existir la lucha? Por otra parte, la desigualdad que entre ellos existe es necesaria a su personalidad. Además, la misión que cumplen en los diferentes grados está dentro de las miras de la Providencia, a los fines de mantener la armonía del Universo.
Puesto que en la vida social todos los hombres pueden llegar a los primeros puestos de la función pública, cabría preguntar por qué el soberano de un país no asciende a general a cada soldado raso, por qué todos los empelados subalternos de la administración no pasan a ser funcionarios superiores y por qué, en suma, todos los escolares no se convierten en maestros. Ahora bien, una diferencia existe entre la vida social y la espiritual, y es que la primera es limitada y no permite siempre al individuo ascender todos los peldaños, al paso que la segunda no tiene límites, ofreciendo a cada cual la posibilidad de elevarse hasta el primer rango.
120. ¿Todos los Espíritus pasan por la serie de pruebas del mal para alcanzar el bien? - No por la serie de pruebas del mal, sino por la de la ignorancia.
121. ¿Por qué ciertos Espíritus han seguido la senda del bien y otros la del mal?
- ¿No poseen acaso libre albedrío? Dios no creó Espíritus malos, los creó simples e ignorantes, esto es, poseedores de tanta aptitud para el bien como para el mal. Los que son malos han llegado a serlo por su voluntad.
122. ¿Cómo los Espíritus en su origen, cuando no tienen todavía conciencia de sí mismos, pueden poseer la libertad de escoger entre el bien y el mal? ¿Hay en ellos un principio o tendencia que les lleva más bien en una dirección que en la otra?
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- El libre arbitrio se desarrolla conforme el Espíritu va adquiriendo conciencia de sí mismo. No existiría libertad si la elección fuese determinada por una causa independiente de la voluntad del Espíritu. La causa no está en él, sino fuera de él, residiendo en las influencias a que cede en virtud de su voluntad libre. Se trata de la gran alegoría de la caída del hombre y del pecado original: unos cedieron a la tentación, otros resistieron...
122 a. ¿De dónde provienen las influencias que se ejercen sobre él? - De los Espíritus imperfectos que tratan de apoderarse de él y dominarlo, y que encuentran gran satisfacción en hacerle sucumbir.
Es esto lo que se ha querido representar con la figura de Satán.
122 b. ¿Sólo se ejerce esa influencia sobre el Espíritu en su origen? - No. Le sigue durante su vida como Espíritu, hasta que haya él adquirido tal dominio sobre sí, que los malos renuncien a obsederlo. 
123. ¿Por qué ha permitido Dios que los Espíritus sigan la senda del
mal? - ¿Cómo os atrevéis a pedir a Dios cuenta de sus actos? ¿Creéis acaso poder penetrar sus designios? No obstante, podéis deciros esto: La sabiduría de Dios está en la libertad que deja a cada cual para escoger, porque a cada uno cabe el mérito que le otorgan sus obras.
124. Puesto que existen Espíritus que desde el principio siguen el camino del bien absoluto, y otros el del mal absoluto, ¿hay sin duda gradaciones entre ambos extremos?
- Por cierto que sí, y son la gran mayoría.
125. Los Espíritus que han seguido el sendero del mal ¿podrán llegar al mismo grado de superioridad que los otros?
- Sí, pero más largas serán para ellos las eternidades.
Por la expresión las eternidades se ha de entender la idea que tienen los Espíritus inferiores de la perpetuidad de sus sufrimientos, porque no les es dado ver el término de ellos, y tal idea se renueva en todas las pruebas a las que sucumben.
126. Los Espíritus que han alcanzado el grado supremo tras haber pasado por el mal ¿tienen, a los ojos de Dios, menos méritos que los otros?
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- Dios contempla a los descarriados con la misma mirada y ama a todos de idéntica manera. Se dice que son malos porque cayeron vencidos, pero sólo eran antes Espíritus simples.
127. Los Espíritus ¿son creados iguales en facultades intelectivas? - Son creados iguales, pero, no sabiendo de dónde provienen, es menester que el libre albedrío siga su curso. Progresan con mayor
o menor rapidez, tanto en inteligencia como en moralidad.
Los Espíritus que siguen desde el comienzo la senda del bien, no son por ello Espíritus perfectos. Si es cierto que no tienen malas tendencias, no están eximidos, por ello, de adquirir la experiencia y los conocimientos necesarios para llegar a la perfección. Podemos compararlos a niños que, sea cual fuere la bondad de sus instintos naturales, tienen necesidad de desarrollarse, de instruirse, y no llegan sin transición de la infancia a la edad madura. Sólo que, así como existen hombres que son buenos y otros que son malos desde su niñez, así también hay Espíritus que son buenos o malos desde su principio, con la diferencia esencial de que el niño posee instintos completamente formados, en tanto que el Espíritu, en su formación, no es más malo que bueno. Tiene todas las tendencias, y toma una u otra dirección en virtud de su libre albedrío.
XI.- Ángeles y demonios
128. Los Seres que denominamos ángeles, arcángeles y serafines ¿integran una categoría especial, de naturaleza diferente a la de los otros Espíritus?
- No: son los Espíritus puros, los que se hallan en el peldaño más alto de la escala y reúnen todas las perfecciones.
La palabra ángel despierta generalmente la idea de la perfección moral. Sin embargo, a menudo suele aplicarse a todos los Seres buenos y malos que están fuera de la humanidad. Se dice: el ángel bueno y el ángel malo; el ángel de la luz y el ángel de las tinieblas. En este caso, es sinónimo de Espíritu o de genio. Nosotros lo tomamos aquí en su buena acepción.
129. Los ángeles ¿han recorrido todos los grados? - Los recorrieron todos, pero, como hemos dicho ya, unos
aceptaron su misión sin protestar y han llegado más pronto. Otros, en 
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cambio, pusieron un tiempo más o menos prolongado para alcanzar la perfección.
130. Si la opinión que admite la existencia de Seres creados perfectos y superiores a todas las demás criaturas es errónea, ¿cómo se explica que esté en la tradición de casi todos los pueblos?
- Debes saber que tu mundo no existe de toda eternidad y que, mucho tiempo antes que él existiera, ya había Espíritus que habían alcanzado el grado supremo. Así pues, los hombres han podido creer que aquéllos habían sido siempre perfectos.
131. ¿Hay demonios, en el sentido que se da a esta palabra? - Si los hubiera, serían obra de Dios, y ¿sería Dios justo y bueno si hubiese creado Seres eternamente consagrados al mal y desdichados? Si existen demonios, los hay en tu mundo inferior y en otros similares donde ellos residen. Han sido los hombres hipócritas los que hicieron de un Dios justo un dios ruin y vengativo, y que creen serle agradables mediante las abominaciones que en su nombre
se cometen.
La palabra demonio sólo implica la idea de Espíritu malo en su significado moderno, pues el vocablo griego daimôn, del que deriva, significa “genio, inteligencia”, y se aplicaba a los Seres incorpóreos, buenos o malos, sin distinción.
Los demonios, conforme a la significación vulgar de la palabra, se supone que son Seres esencialmente malévolos. Como todas las cosas, constituirían una creación de Dios. Ahora bien, Dios, que es soberanamente justo y bueno, no puede haber creado Seres dedicados al mal por su propia naturaleza y condenados eternamente. Y si no fueran obra de Dios, serían por tanto eternos como Él, en cuyo caso habría muchas Potencias Soberanas.
La primera condición de toda doctrina consiste en ser lógica. Y la de los demonios, en el sentido absoluto, carece de esa base esencial. Que en las creencias de los pueblos atrasados, que no conocen los atributos de Dios y admiten divinidades maléficas, se admitan asimismo los demonios, es concebible. Pero, para cualquiera que considere a la bondad de Dios como un atributo por excelencia será ilógico y contradictorio suponer que Él haya podido crear Seres consagrados al mal y destinados a practicarlo a perpetuidad, porque esto equivale a negar su bondad. Los
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partidarios de los demonios se apoyan en las palabras de Cristo, y por cierto que no seremos nosotros quienes discutamos la autoridad de su enseñanza, la cual querríamos ver en el corazón más que en los labios de los hombres. Pero ¿están bien seguros del sentido que Cristo da a la palabra demonio? ¿No saben acaso que la forma alegórica es una de las características que distinguen su lenguaje? ¿Todo lo que el Evangelio contiene debe ser tomado al pie de la letra? Nos limitamos, para prueba, con el siguiente pasaje:
“Pero en aquellos días, después de aquella tribulación, el sol se oscurecerá, y la luna no dará su resplandor, y las estrellas caerán del cielo, y las potencias que están en los cielos serán removidas. [...] De cierto os digo, que no pasará esta generación hasta que todo esto acontezca”. 35 -
¿No hemos visto la forma del texto bíblico contradicha por la ciencia en la que toca a la creación y el movimiento de la Tierra? ¿No puede suceder lo propio con ciertas figuras empleadas por Cristo, quien debía hablar según los tiempos y lugares? Cristo no pudo decir a sabiendas una cosa falsa. Si en sus palabras, pues, hay cosas que parecen chocar a la razón, es porque no las comprendemos o estamos interpretándolas mal.
Los hombres han hecho con los demonios lo mismo que hicieron en relación a los ángeles: así como creyeron en Seres perfectos de toda eternidad, de la misma manera han tomado a los Espíritus inferiores por Seres perpetuamente malos. En consecuencia, la palabra demonio debe entenderse como refiriéndose a los Espíritus impuros, que muchas veces no son mejores que los designados con aquel nombre, pero con la diferencia de que su estado es sólo transitorio. Son Espíritus imperfectos que murmuran contra las pruebas que sufren y que, por lo mismo, han de padecerlas durante más tiempo, pero llegarán a su vez a la perfección cuando tengan la voluntad de lograrla. Así pues, podríamos aceptar el vocablo demonio con esa restricción. Pero, como en la actualidad se le entiende en un sentido exclusivo, pudiera inducir a error, llevando a creer en la existencia de Seres especiales, creados para el mal.
En lo tocante a Satán, salta a la vista que es la personificación del mal bajo una forma alegórica, por cuanto no
35 - San Marcos. Cap. XIII: 24, 25 Y 30. Traducción citada. [N. del T. al cast.]
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se podría admitir que haya un Ser malo luchando de igual a igual con la Divinidad y cuya única preocupación consistiría en oponerse a sus designios. Como necesita el hombre figuras e imágenes que impresionen su imaginación, ha descrito él a los Seres incorpóreos con una forma material y con atributos que recuerdan sus propias cualidades buenas o malas. De esta manera los antiguos, al querer personificar el Tiempo, lo pintaron con la figura de un anciano portando una hoz y un reloj de arena. En este caso, representarlo como un hombre joven hubiera sido un contrasentido. Y lo mismo acontece con las alegorías de la Fortuna, la Verdad, etcétera. Los modernos han representado a los ángeles o Espíritus puros con un semblante radioso y blancas alas, emblemas de pureza. A Satanás, con cuernos, zarpas y los atributos de la bestialidad, símbolos de pasiones viles. El vulgo, que interpreta las cosas literalmente, ha visto en esos emblemas a un individuo real, como otrora había visto a Saturno en la alegoría del Tiempo. 36 -
36 - Esta teoría espírita sobre los demonios se va imponiendo hoy en los propios religiosos que más obstinadamente la combatieron. En su obra El Diablo, el escritor católico GIOVANI PAPINI la apoyó, basándose en los Padres de la Iglesia. El sacerdote PIERRE TEILHARD DE CHARDIN, cuya doctrina acerca la teología católica a la concepción espírita, conceptúa al Infierno como “polo negativo del mundo”, integrado en el Pleroma (el mundo divino unido al cuerpo místico de Cristo) y así se refiere a los demonios en estos términos: “El condenado no es excluido del Pleroma, sino tan sólo de su faz luminosa y de su beatitud. Lo pierde, pero no está perdido para él” (Oeuvres, Le Milieu Divin, pág. 191. Éditions du Seuil, París, 1957). [N. de J. H. Pires.]